Albricias, abrazos, anécdotas, alegrías!!! Regreso al cole

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La vida sigue, fluye y se expande día tras día. Nosotros vamos dentro de este inmenso caudal y, nos guste o no, los segundos siguen su ritmo y se convierten en días y los días que pasan presurosos nos hacen encender las luces para recibir a las noches y de repente… ¡saz! Pasaron los meses y nos encontramos envueltos en el remolino de la vida empezando, casi sin darnos cuenta, un nuevo ciclo.

Podemos seguir así, ciclo tras ciclo, dejándonos llevar por la corriente de la vida y al final: darnos cuenta de que ¡no nos dimos cuenta de nada! Perdemos la capacidad de asombro y dejamos de encontrarle sabor a la vida.

Pero ¡oh sorpresa! La Creación es tan maravillosa y perfecta que nos da la oportunidad de vivir al lado de pequeños seres que nos recuerdan que a lo largo del camino existen momentos sencillos y simples que pasan desapercibidos ante nuestros ojos cegados por las prisas. Pequeños seres que van descubriendo y maravillándose con la profundidad de la sencillez de cada instante. Personitas enamoradas de la vida momento a momento, que viven sin prisas, tomándose su tiempo para observar, saborear y entender el por qué de cada experiencia que pasa en su diario vivir. Definitivamente los niños son “Criaturas de pasiones intensas”

En varios países estamos comenzando un nuevo ciclo escolar y tenemos la oportunidad de decidir cómo lo vamos a recorrer: siguiendo la corriente sin detenernos a compartir los momentos que conformarán su vida y modelarán su carácter o bien tomando decisiones conscientes, comprometiéndonos con ellos, apoyándolos y acompañándolos en el camino, siendo verdaderos guías enseñándoles con el ejemplo de nuestros estilos de vida.

Démonos el tiempo para detenernos y admirar el instante, maravillarnos con los descubrimientos más pequeños, saboreando las alegrías y aprendiendo de las tristezas.

Empezamos este ciclo acompañados de lluvia de estrellas de agosto, las Perseidas que iluminan sorpresivamente la obscuridad de nuestros cielos, visibles sólo por un instante, para quien está atento a verlas… ¡estar atentos para descubrir las maravillas que pasan fugazmente ante nuestros ojos! He ahí el secreto de la vida.

Hace algunos años leí Brida, de Paulo Coelho. Recuerdo una escena en la que un padre, jugando con su hija de cinco años, le pregunta cómo está el agua de la piscina. La pequeña mete el dedito del pie y le dice tiritando “¡Brrr, está fría!” Continuando con el juego, el padre la toma en brazos y la lanza al agua, ella sale del chapuzón con una sonrisa y atiende al grito y las risas del padre: “¿Cómo está el agua?” La respuesta de la niña no se hace esperar: “¡Deliciosa!” Cuando salió de la piscina dulcemente la abraza y viéndola a los ojos le dice: “La próxima vez que quieras saber cómo es algo, sumérgete en ello y entonces podrás dar una opinión”

¿Cuánto nos estamos sumergiendo en la educación integral de nuestros hijos? ¿Conocemos el ambiente en el que se desenvuelven? ¿Conocemos la filosofía en la que estamos depositando la confianza para conformar su desarrollo? ¿Sabemos el verdadero significado de los personajes que son sus héroes de juegos? ¿Entendemos la esencia de las películas que permitimos que vean? ¿Sabemos cuáles son las cosas que le causan miedo? ¿Cuáles son sus necesidades espirituales? ¿Cuáles son sus necesidades físicas? ¿Cómo se está desarrollando su sexualidad? Hay muchas, muchas facetas que debemos observar en nuestros hijos. Los niños tienen espíritus sumamente profundos, para un adulto es un gran reto sumergirse en ese abismo de maravillas.

Podemos decidir: Pasar por la vida empujados por las prisas de una sociedad que nos corrompe o fluir con la vida, comprometidos con los que nos aman y amamos, realizando en consciencia nuestro hacer, comprometiéndonos con nuestros niños. Tomar su mano para disfrutar el ciclo y trazar así, armoniosamente, el camino hacia los ciclos futuros que por naturaleza dependen de éste que iniciamos hoy.

Todos somos educadores en esta vida, Peregrina.

Fotografías de Willy Ronis, fotógrafo francés (1910-2009)

Líneas invisibles de una larga caligrafia: elefante

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Estas líneas estaban reservadas para un elefante en particular -ya platicaré de él en otro espacio. Curiosamente, cuando estoy casi al final de la lectura de un libro de José Saramago se me atraviesa en el camino de las letras la imagen de un paquidermo que me dio un beso con su mirada, una mirada que, sin verme, me ha abrasado el corazón.

Y después de esta imagen de Gregory Colbert que genera tantas sensaciones, vamos a leer el poema «El Elefante» de Javier Mardel. Juzguen lectores y, si tienen a bien, díganme si también sintieron la mirada que pide piedad, libertad, justicia, respeto, unidad . . .

El elefante escucha la mañana.
Con ociosa atención levanta un poco
las orejas rugosas y nervudas.
Los ojos sosegados inspeccionan
una forma cambiante y luminosa
en el agua narcótica de un charco.
La trompa prodigiosa, soberana,
tantea con desánimo la tierra
como si remarcara en ella el signo
de una esperanza presa en el pasado.
Las poderosas patas, como troncos
hinchados en su veta más profunda,
coleccionan distancias imposibles
fundidas a su propia sombra inmóvil.

El elefante escucha. Torpemente,
deletrea un rumor tan bullicioso
como el desordenado vocerío
de la selva grabada en su recuerdo.
Pero las cosas que oye no provienen
de la selva. El murmullo de las hojas,
el rugido del tigre, el palmoteo
del arroyo en la margen, siempre suenan
diferente en el aire de la selva.
Aquí el sonido oscila y se repite.
Aquí no hay ruidos nuevos. La mañana
que escucha el elefante es la mañana
de ayer, y la de ayer, la que escuchó
días atrás. Los pasos de la gente,
el bostezo acerado de los autos,
la risa de los niños en la acera,
son parte de la serie cotidiana
que escucha cada día, siempre igual
y nunca más extraña o menos obvia.

El elefante escucha la mañana.
Escucha y nota cómo se confunden
sus propios soliloquios guturales
en la somnífera frecuencia diurna.
Mira el cambiante rostro, la espejada
cara del charco… Piensa en su nombre,
un nombre que para él es sólo otra
partícula sonora incomprensible.
Piensa en los hombres, que presumen
nombrar cuanto han nombrando ya los dioses.
Piensa en los dioses, viejos y callados,
soportando quizás en un tobillo
un grillete más rígido y pesado
y un candado más duro que los suyos.
Los supone impotentes, fatigados,
confinados acaso en un rincón
a la orilla del mundo, consumiéndose
turbiamente a lo largo de mil siglos
bajo el peso brutal de la memoria.

El elefante escucha el mediodía.
Tardo y absorto, advierte los latidos
de un corazón que casi ya no es suyo.
Sacude con modorra las orejas
de una bestia que ya no es él. Cansado,
balancea una trompa y una testa
ajenas a algo incierto que se llama
“elefante”. La burda miscelánea
de voces gravitando a la redonda
ahora es un pacífico rumor,
un pautado susurro que adormece
diez millones de años alojados
en las seis toneladas de su peso.
Lado a lado, leyendo con la frente
las líneas invisibles de una larga
caligrafía, mueve la cabeza,
como un doliente péndulo que mide
la vacuidad de un tiempo que no pasa,
como una gran tristeza hipnotizada
en las heces de un sueño involuntario:
la humedad inherente del follaje,
la tersura del lodo, la segunda
cabeza decisiva de Ganesha,
el sagrado baniano de raíces
aéreas, el instante eternizado
de las aguas que fueron el Karanga…

El elefante sueña, y en el sueño
una vaga silueta se desplaza
tras la densa espesura de los mitos.
Reconoce las formas, la cadencia
en el paso confiado y sigiloso.
Ve la agrietada piel de las rodillas
y la curva incompleta del marfil.
Penetrando en el sueño y la maleza,
sigue al gradual fantasma, el simulacro
que a la luz de la tarde merodea
en su selva intangible y misteriosa.
No sabe el elefante que ese vasto
espectro, ese ilusorio paquidermo
husmeando en su fantástico trenzado
de frondas y caudales, es él mismo.
No sabe el elefante que al que mira
es a él buscando el vértice del tiempo,
el borde de la arena, la manera
de despertar del sueño en que discurre.

No sabe que jamás despertará.
No sabe que al caer la noche, el grito
del público arderá sobre las gradas,
que un súbito reclamo a la opresión
del látigo le hará estallar en furia,
que el rostro horrorizado de los hombres
va a convertirlo en monstruo, que el candente
acero clavará seis, siete veces,
su píldora fatal en sus entrañas.
No sabe que la carpa temblará
sobre la voz de innumerables voces
y que la pista quedará cubierta
con su sangre. No sabe que un cadáver
mayúsculo y deforme se hundirá
lenta y sumisamente en el silencio.

No sabe el elefante que esa noche
soñará para siempre con la selva.

Javier Mardel

Los animales no existen para vivir bajo el yugo de los hombres, sino para manifestar la belleza de la libertad con la magnificencia de su presencia entre nosotros y declarar así la alegría y el esplendor de la Energía Creativa en la que todo es desde siempre.

Sigo en el viaje,
Peregrina.

Una canción de libertad

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Hoy estaba paseando por El vuelo del onocrótalo, un blog de fotografía. Me salió al encuentro esta maravillosa imagen que me pareció perfecta en todos sentidos. La belleza que encierra en la sombra de la abejita sobre la flor, la luz que atraviesa los pétalos y muestra la delicada textura casi transparente de la corola, los tonos del paisaje que entorna el fondo, en fin. El dedo del fotógrafo fue tan rápido como su ojo que siguió el instinto del corazón observador. Primero un fragmento de «El Profeta» y un poco más abajo el deleite de la fotografía.

Un ermitaño, que visitaba la ciudad anualmente, se adelantó y le dijo al Profeta:Háblanos del Placer.


Y él respondió, diciendo:


El placer es una canción de libertad, pero no es libertad.
Es el florecer de vuestros deseos, pero no su fruto.
Es una llamada de la profundidad a la altura pero no es lo profundo ni lo alto.
Es lo enjaulado que toma alas, pero no es el espacio confinado.
¡Ay! en verdad verdadera, el placer es una canción de libertad.
Y yo desearía que la cantarais con plenitud de corazón, pero no que perdierais el corazón en el canto.

Algunos jóvenes entre vosotros buscan el placer como si lo fuese todo y son juzgados por ello y censurados.
Yo no los juzgaría ni censuraría.
Los dejaría buscarlo.
Porque encontrarán el placer pero no lo encontrarán solo; siete son sus hermanas y la peor de ellas es más hermosa que el placer.

¿No habéis oído del hombre que escarbaba la tierra buscando raíces y encontró un tesoro?
Y algunos mayores entre vosotros recuerdan los placeres con arrepentimiento, como faltas cometidas en embriaguez.
Pero el arrepentimiento es el nublarse de la mente y no su castigo.
Deberían ellos recordar los placeres con gratitud, como lo harían de la cosecha de un verano.
Sin embargo, si los conforta el arrepentirse, dejad que se arrepientan.
Y algunos hay, entre vosotros, que no son ni jóvenes para buscar, ni viejos para recordar.
Y, en su miedo a buscar y recordar, huyen de todos los placeres para no olvidar el espíritu u ofenderlo.

Pero esa renuncia misma es su placer.
Y, así, ellos también encuentran un tesoro, escarbando con manos temblorosas para buscar raíces.
Pero, decidme, ¿quién es el que puede ofender al espíritu?
¿Ofende el ruiseñor la quietud de la noche o la luciérnaga ofende a las estrellas?
Y ¿molestan al viento vuestro fuego o vuestro humo?
¿Creéis que es el espíritu un estanque quieto que podéis enturbiar con un bastón?

A menudo, al negaros placer, no hacéis otra cosa que guardar el deseo en los recesos de vuestro ser.
¿Quién no sabe que lo que parece omitido, aguarda el mañana?
Aun vuestro cuerpo sabe de su herencia y su justa necesidad y no será engañado.
Y vuestro cuerpo es el arpa de vuestra alma.
Y sois vosotros los que podéis sacar de él dulce música o confusos sonidos.
Y ahora vosotros preguntáis en vuestro corazón: » ¿Cómo distinguiremos lo que es bueno de lo que no es bueno en el placer?»

Id a vuestros campos y a vuestros jardines y aprenderéis que el placer de la abeja es reunir miel de las flores.
Pero es también el placer de la flor el ceder su miel a la abeja.
Porque, parada abeja, una flor es fuente de vida.
Y, para la flor, una abeja es un mensajero de amor, y para ambos, abejas y flor, el dar y el recibir placer son una necesidad y un éxtasis.

Pueblo de Orfalese, sed en vuestros placeres como las abejas y las flores.

Primavera es el nombre de la imagen de J.M. López. La perfecta para ilustrar este fragmento de «El profeta» del poeta árabe Ŷibrān Jalīl Ŷibrān ibn Mijā’īl ibn Sa’d.

Estoy indecisa… ¿la abeja o la flor? Con cuál me identifico más … …
Peregrina.

Magia Maya de luz y sombra en primavera

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Sentir la energía del sol en su plenitud la tarde del equinoccio de primavera es eso, magia pura. Misterioso contraste que desciende mientras el sol se va despidiendo de la Tierra y se manifiesta en su totalidad en el momento preciso en el que el equinoccio es un hecho.

¿Cómo lo hicieron? ¿A quién se le ocurrió? Los antropólogos podrán explicar la historia a partir de las conclusiones de sus estudios, investigan y sacan conjeturas. Lo que es cierto es que la magia que encierran todas las tradiciones mayas parten de una observación precisa y constante del medio que rodeaba a los pueblos prehispánicos, de los astros que los alumbraban y marcaban sus ciclos, de la naturaleza misma de la que dependían totalmente y a la que adoraban con gran respeto en unidad total y absoluta.

Presenciar el equinoccio justo frente a la Gan Pirámide de Chichen Itzá, sin que nadie me impidiera fotografiar con gran admiración la precisión con la que la Kukulkan descendió magnifico y luminoso el 20 de marzo, enmarcado por la sombra que le daba forma, ¡fue magia pura! Estallido de alegría y gozo en plenitud. Realmente me sentí una con el Universo.

Después, cuando el sol pintaba de rosado las piedras, el cielo estaba completamente limpio, sin una nube y de un azul muy intenso. El viento cesó y se sintió el esplendor que deja la magia a su paso.

Peregrina.

Se dejan sentir aires de primavera

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Il vento pazzo di marzo

Llega marzo y aquí como en otros lugares que he vivido se nota como el viento enloquece y el sol lucha por salir cada día más brillante, por eso los italianos dicen «marzo, vento pazzo».

Afuera el sol se ha escondido tras las nubes y el viento seco hace mover las hojas de los árboles, me gusta sentarme a escuchar las voces de los árboles.  Cada uno tiene una manera especial de responder a las caricias del viento. Si sus copas son frondosas con ramas cubiertas de hojas el sonido es intenso y constante; si en cambio son de hojitas finas, entonces su voz se escucha suavemente y lo movimientos son muy delicados, dibujando en el piso sombras danzantes que acompañan y armonizan su canto. Las palmeras tienen un sonido extendido, el susurro del roce de sus largas hojas y el movimiento que las despeina son como una anestesia que transporta a la imaginación en un viaje ondulante y serenamente distante del lugar en el que se quedan anclados los pies. Algunos árboles tienen semillas secas en sus ramas, las vainas se convierten en sonajas que acompañan con un ritmo armonioso al viento que las mueve. El canto de los pinos es muy silencioso. No tienen hojas que se froten unas con otras y sus ramas no son tan largas por lo que sus agujas crean un sonido apenas perceptible, el silencio de los bosques es majestuoso, la canción del viento es un murmullo que adormece los pensamientos y exalta los sentidos. Hace mucho tiempo que no escucho la canción de los pinos, de los abetos, de los cipreses. No crecen por estos lugares.

El viento no se puede ver con los ojos, pero se percibe con todos los sentidos, lo que nos abre la imaginación para poder verlo y darle un nombre, depende del lugar de donde viene o hacia dónde va, si es suave o impetuoso: Céfiro, Boreas, Noto, Euro, Monzón, Föhn, Mistral, Bora, Vardarac, Norte, Etesio, Barber, Pampero, Steppendwind, Scirocco, Sonora, Brickfielder, Elefanta, Khamsim, Sudestada, Bayomo, Alisios, Levante, Poniente, Lebeche … Desde la antigüedad la gente los ha nombrado de muchas formas, pero a final de cuentas, el viento canta siempre una canción silenciosa hasta que se encuentra con algo que le dé voz.

¿Cuántos nombres tiene el viento? ¿Alguien puede decirme más?

Comparto esta foto que me parece bellísima, es la ganadora al premio 2006 a la mejor imagen de la Fundacion Wikimedia. Viento solar que se mezcla con partículas de moléculas de oxígeno e iones de moléculas de hidrógeno.  A  pesar de ser un fenómeno luminoso, la Aurora Boreal da la sensación de ser viento en movimiento.

aurora

Peregrina.

Esta entrada había sido publicada en marzo del 2009, tengo buenos motivos para ponerla de nuevo hoy.

Nada es simple,

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ni el más pequeño de los reflejos de la expresión que aflora en la obscuridad de las ideas, cuando la mente está obnubilada y trata de explicar, con más entusiasmo que precisión, lo que siente en el momento en que le falta sentido al cuerpo, que sin sentidos, percibe a una nueva luz lo que ya ha conocido por años.

Sin sumergirme del todo en la complejidad de la idea que me escapó al ver esta fotografía,
Peregrina

Imagen de Caroline Halley

ideas revoloteando

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Las palabras son la configuración acústica de las ideas, esas que son claras y precisas, las alegres y cándidas que componen sinfonías emulando sonrisas… O las furiosas y desalentadoras que no pueden seguir esperando para ser gritadas y arrasar con cualquier aliento esperanzador que las pudiera detener… Las desinteresadas, verdaderas o falsas, inteligentes o mansas… palabras y más palabras que se pronuncian en lenguas tan distintas, por todas partes… sonidos que se repiten y retoman vuelos con melodías cambiadas, o no se escuchan y siguen volando disparatadas, o bien se comprenden y se guardan en cajitas que la mente captura en miniatura, o se entierran porque hieren.

Hay otras ideas que, de tanto ser cantadas, cansan, empalagan o fastidian y la mente voltea hacia otra fuente de donde borboten ideas frescas, palabras nuevas.

Pero no todas las ideas cantan canciones audibles. Hay ideas que se vuelven letras, salen en silencio y viajan en aviones de papel invisible, entre redes que las atrapan sin quedárselas, como mariposas que se escapan y vuelan silenciosas. Ideas que no hacen ruido y llegan como susurro, no a oídos, sino a ojos distraídos que las miran sin ver y las toman o las dejan ir… Ideas que comunican silencios ruidosos o pasan códigos de secretos que desean ser absueltos y liberados.

Amo las ideas que nunca escapan, esas se quedan para recrearse con la mente que las crea y hacen amores e inventan más ideas…

¿Cuántas ideas por cada palabra? ¿Cuántas palabras para una idea?
Peregrina

Imagen: Brooke Shaden

Feliz y alucinada

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Este lugar que soy, como arena con ríos,
hace tiempo conoce la visita del cielo.
Sobre mi rostro cruza la procesión de pájaros
y yo voy extasiada, persiguiéndolo,
sin sentir que las piedras me golpean, me rompen,
me rechazan.

Camino sin medir fatiga ni distancia.

Ay, alcanzaré el mar, y el cielo irá volando más allá.

>

A veces tan ligera
como un pez en el agua,
me muevo entre las cosas
feliz y alucinada.

Feliz de ser quien soy,
sólo una gran mirada:
ojos de par en par
y manos despojadas.

El centro de la llama
mi centro.
Aquí arder, aquí hablar
lo verdadero.

Yo no me fui,
no he vuelto;
yo siempre estuve aquí
viviendo

sin ayer, sin mañana,
ni próximo, ni lejos,
este minuto único
y eterno.

Las palabras, una selección de Rosario Castellanos «Misterios Gozosos»  y  El puente, y Más agua, vistos a través del lente de Félix Vaquerizo, ojos que muestran rincones y momentos  de nuestro mundo.

Peregrina.

Periuria ridet amantum Iuppiter

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«Júpiter ríe de las falsas promesas de los amantes». Así escribió el poeta latino Albio Tibullo, allá por el Siglo I a.C. y a quien se le atribuye la frase «Roma Città Eterna»

Eterna y mágica como la leyenda de Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo, o como las 7 colinas sobre las que se fundó la ciudad original:

Capitolino, Palatino, Aventino, Esquilino,
Quirinale, Viminale y Celio

Una ventana del tiempo al tiempo

Una ventana del tiempo al tiempo

Pero en Roma hay más de 7 colinas.  Desde Monte Verde Vecchio, sobre el Trastevere, para ir y venir, es necesario subir y bajar escalinatas y callejones que sortean edificios que susurran historias y leyendas.  Rincones en los que se elevan pinos, cipreces  y abetos que han visto como los siglos pasan mientras el viento sopla sobre las colinas Vaticana  y Ganicolense, desde las que se admira la eternidad plasmada en cúpulas y campanarios  que marcan épocas.

Roma, la ciudad que de pueblo bárbaro pasó a imperio conquistador; de ciudad profana a ciudad santa; de Caput Mundi a ciudad cosmopolita, en donde colores de piel y sonoridad de lenguas se mezclan en el subir y bajar de sus colinas.

Azzurra,
Peregrina

Jardín, de Octavio Paz

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Nubes a la deriva, continentes
sonámbulos, países sin substancia
ni peso, geografías dibujadas
por el sol y borradas por el viento.

Cuatro muros de adobe. Buganvillas:
en sus llamas pacíficas mis ojos
se bañan. Pasa el viento entre alabanzas
de follajes y yerbas de rodillas.
El heliotropo con morados pasos
cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta:
el fresno -y un meditabundo: el pino.
El jardín es pequeño, el cielo inmenso.

Verdor sobreviviente en mis escombros:
en mis ojos te miras y te tocas,
te conoces en mí y en mí te piensas,
en mí duras y en mí te desvaneces.
Octavio Paz

La enredadera crece y cubre todo lo que la rodea, con sus delicados troncos abraza las ramas de los árboles que la sostienen y ofrece su sombra a las hierbas que buscan cobijo. La vida se expande y extiende su belleza abriendo al sol cada uno de sus pétalos que, al contacto de la caricia matutina, susurran «te amo» y le regalan su color a nuestros ojos.

De la belleza del Maestro Paz a la belleza del azul tenue y delicado de las flores de mi jardín en esta mañana de junio…

Buscando inspiración,
Peregrina.