Notas de una tarde dorada

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La música también cuenta historias, aquellas que no tienen palabras, las que se quedan secretamente guardadas en un rincón del corazón. La música es un secreto del alma convertido en melodía, la transformación de los sentimientos que, disimulados y furtivos, se distienden tanto que no caben más en el corazón; dejan su escondite y se convierten en melodías, un lenguaje que no todos logran comprender, un código que misteriosamente conecta almas.

Hace un tiempo comencé a escribir una serie de cuentos cortitos, aquí uno de ellos.
 

Eran tantas las notas caídas sobre las líneas de aquel pentagrama manchado de sueños, tantos los acordes que sonaban todavía en su mente. Una tras otra, las notas se deslizaban rítmicamente invitando a sus pupilas a danzar siguiendo el ritmo de la mano que trazaba puntos y líneas transformando los recuerdos en música: la transformación del silencio guardado en lo más profundo del inconsciente.

Una suave brisa soplaba a través de la cortina de delicada gasa que caía delante de la ventana, con movimientos cadenciosos se abría para que el intenso arrebol que teñía la tarde se pudiera observar desde la altura del piso diez, el paisaje contrastaba con las notas que él iba escribiendo, notas que se impregnaban con la armonía de la humedad y los acordes del relámpago. Mezclaba a la perfección los sonidos y silencios que regalan las gotas de la lluvia al caer sobre la selva. Y el olor del recuerdo volvía a llenar su mente y más notas salían de su mano cayendo sobre el papel manchado de recuerdos.

En su mente se mezclaban las caricias, los besos, los suspiros. El adiós. Uno nunca está preparado para amar tanto y mucho menos para dejar de amar al improviso.

El lápiz cayó sobre el escritorio. Su mano acarició el papel como si quisiera recoger todas esas notas en una sola y lentamente la subió hasta su frente, pasándola sobre sus cabellos, como si así pudiera unir lo que al tacto recogió con los pensamientos que aún se arremolinaban en un desordenado contrapunto.

Cerró sus ojos.

Y…

Lo volvió a besar. Sus labios se posaron delicadamente sobre aquellos que se ofrecían cual soberbios frutos como antesala de un manjar. Sintió la suave caricia de su aliento y en un suspiro, sus ojos se clavaron en el mar de una mirada, fundiéndose en una pasión despreocupada.

La tarde tomó un tono dorado que se desvaneció lentamente mientras las ropas cayeron sobre el piso, convirtiéndose en una noche iluminada por la suave luz de luna que dibujaba sus rostros. Suspiros y susurros que arrancaban el silencio y lo volvían a dejar en su lugar para hacerlo rebotar con risas y palabras pronunciadas sin prisa. Todo termina.

La lluvia cesó. No la había notado hasta que dejó de escucharla. No había notado que el compás de sus caderas fue marcado por el caer del cielo en pedacitos. Hasta que el silencio llegó con aroma de tierra mojada, notó que había sido el estruendo del trueno lo que enmarcó el arco de voluptuoso placer que ella había dejado sobre su cuerpo. Las miradas extraviadas al vestirse, la cadencia de los movimientos perdiendo la noción del tiempo en una realidad que no quería encontrarse.

La sinfonía se había escrito. Las caricias se habían ido pero las notas seguirían contando la historia y su corazón seguía bailando en la punta de sus dedos.

Cuentos entre notas imaginadas, peregrinando en la cuarentena…
Peregrina.

Y si …

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¿Y si la vida no vuelve a ser como la que vivíamos antes de esta pandemia? ¿Y si las sonrisas se tengan que cubrir por trozos de tela para siempre? ¿Será que poco a poco estábamos preparando esta separación con nuestras actitudes?

Sí, poco a poco hemos estado preparando esta separación. Es que … Creo que nos sonreímos muy poco. Si subes a un transporte colectivo, observas a la gente en un centro comercial, la mayoría está metida en una pantalla de celular y si su mirada se cruza con la tuya, su aspecto es frío y ausente, indiferente y, en ocasiones, hasta amenazador.  Bueno, esto lo he puesto como si pudiera ser posible, de cualquier forma, imaginemos lo que sucedía hace unos meses y era eso: indiferencia generalizada.

Me gustaba hacer algo cuando iba caminando por la calle, o estaba en una plaza sentada observando a la gente, o iba manejando. Me gustaba ver a los ojos de alguien y sonreír. La mayoría de las veces, este gesto causaba mucho asombro.

Recuerdo cuántas veces, sentada en mi auto mientras esperaba la luz verde para avanzar, giré hacia el auto a mi lado para buscar los ojos del conductor y sonreír. La mayoría de las veces mi sonrisa era correspondida, muy rara vez encontré una mirada arisca y nunca un insulto, a lo mejor una mirada de sorpresa, pero luego saltaba la sonrisa que difícilmente se queda quieta cuando otra sonrisa la llama.

En una ocasión, quien conducía era una chica y a su lado viajaba un joven; giré, sonreí y él me sonrió con gran naturalidad mientras ella me miró con ojos de rivalidad, entonces levanté mi mano y la saludé sonriendo. Ella recapacitó y me saludó, creo que pensó que nos conocíamos y no me recordaba,  ¡no era que estuviese coqueteando con su novio!

De cualquier forma, al punto que quiero llegar es que, al cubrir nuestra boca, ahora que debemos usar las mascarillas para evitar contagios, deberé acentuar la sonrisa para que sean mis ojos los que expresen ese mensaje silencioso que tanto caracteriza al ser humano.

Te invito a hacer lo mismo, verás que resulta muy divertido y te hará sentir bien.


Peregrinando entre sonrisas, con cubre bocas.
Peregrina.

¿En dónde han quedado los sentidos?

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Hay veces, a todos nos ha pasado, alguna vez, tal vez varias veces … Hay veces que pareciera que todo es gris, que los sinsabores de los acontecimientos me dejan sin ganas de escuchar la radio, sin deseos de seguir y me pregunto ¿Para qué? ¿Hacia dónde?

La joven de largos cabellos castaños miraba al infinito sus labios guardaban silencio, sus ojos no. Al mirarla, una sonrisa salió de mis labios y le dije: “La vida es un juego, todo es de azúcar”. Ella giró su cara y me miró con el ceño fruncido, echando hacia atrás sus cabellos y sus ojos se abrieron dejando descubierta la expresión de incredulidad que parecía decir “Estás loca”. Se levantó y se fue. Ni tiempo me dio de decirle que es así como Jostein Gaarder describe a la vida.

Todo es de azúcar. Por buenas o malas que parezca ante nuestros ojos, cada una de las experiencias es referencia, como el viento que impulsa nuestras alas para elevarnos hacia donde podamos explorar algo más, para seguir creciendo.

El ser humano fue dotado de cinco sentidos, conocidos por todos, utilizados de manera consciente o inconsciente por el ser humano que habita este planeta hecho precisamente para ser gozado, conocido y explorado a través de los sentidos. El ser humano evolucionó precisamente porque exploró y utilizó cada uno de sus sentidos de tal manera que se formó una red para poder moverse en el mundo que se le iba abriendo por delante, creando así mapas que le permitieran actuar en consecuencia, fijando puntos de referencia para experiencias posteriores. La ciencia, la tecnología, aún lo más avanzado que se nos venga a la mente en este momento, ha sido creada, descubierta o desarrollada, a través de algún sentido.

Fue inútil decírselo porque se levantó y sus pasos la alejaron rápidamente de la banca en la que estábamos sentadas. Su depresión no le permitió saborear la dulzura de la frase. La vida es de azúcar. ¡Cómo me encanta saborear esa fase!

Ángeles Mastretta describe a una de sus “Mujeres de ojos grandes” como una criatura deliciosa que con singular cadencia camina delicadamente tratando de sentir el suelo que pisa, su cuerpo se mueve erguido entre la gente y sus ojos miran atrapando los colores y formas que su nariz percibe. En el mercado, toma la fruta con delicadeza y mete en la canasta sólo aquella que su nariz ha identificado como perfecta. ¿Cuántas veces nos hemos regalado una experiencia así? En el apresurado mundo en que vivimos, los vegetales que compramos vienen ya preparados y enlatados, congelados dentro de prácticas bolsas de plástico que se cierran fácilmente o bien acomodados en los estantes del supermercado con un espejo que los refleja mientras puntualmente reciben un baño de agua fría que los mantiene “frescos” pero carentes de perfume porque fueron cosechados prematuramente sin permitir que el sol pusiera en ellos el delicioso aroma de la madurez.

Nos movemos en un mundo lleno de comodidades y de repente nos damos cuenta que no tiene sentido usar los sentidos. Al menos no de manera consciente, abriéndonos a percibir cada uno de sus resultados.

Tuve la oportunidad de realizar una actividad con dos grupos de niños de distinto nivel socio económico. La actividad consistía en rebanar una hogaza de pan horneado en casa, untarle mantequilla y espolvorearlo con azúcar y un poco de canela en polvo. Primero realicé la actividad con el grupo de niños de la ciudad y obtuve como resultado poca espontaneidad por parte de ellos para “sentir” cada uno de los ingredientes que se les proporcionaron, fue necesario motivarlos a tocar y darse cuenta de la diferencia entre la corteza y el centro del pan, olerlo, ver su color y compararlo con el de la mantequilla, cerrar los ojos y tratar de adivinar qué especie era la que pasaba frente a su nariz. Finalmente, como niños, se abrieron a la experiencia y se dejaron guiar, disfrutando cada una de las sensaciones que se les presentaban. El resultado fue positivo, disfrutaron de la actividad aunque la mayoría dejó una buena porción del delicioso pan en sus platos. Tiempo después realicé la misma actividad con niños de una comunidad rural. Me impresionó la apertura con la que recibieron la sorpresa, sus ganas de oler, tocar, saborear, saber el nombre de los ingredientes. Con ojos bien abiertos escuchaban las instrucciones y seguían al pie de la letra cada uno de los pasos para preparar la receta del pan con mantequilla y canela que desapareció de los platos y dejó caritas iluminadas por el brillo del azúcar que quedaba sobre sus labios.

Cada vez más, nuestros niños son sustraídos del ambiente natural para el que fueron creados. La vida los somete a vivir enclaustrados en habitaciones que los protegen de la naturaleza, entre juguetes y tecnología que los aparta de la realidad para la que fueron programados dándose así una reprogramación en la que las sensaciones no tienen el espacio para evolucionar.

Sensaciones y sentimientos evolucionan a través de los sentidos. Los sentidos nos dan el punto de referencia para crear ese mapa conceptual en el que se orientan las sensaciones y se administran los sentimientos. Si nuestros niños están creciendo sin la referencia exterior, ¿cómo podemos pretender que puedan lograr formarse una referencia interior? ¿Cómo podemos pretender que logren saber qué sienten y qué es lo que les hace tener ese sentimiento?

La inteligencia emocional se desarrolla a partir del conocimiento de los propios sentimientos, de las emociones y el efecto que los factores externos tienen sobre nosotros. Ser emocionalmente inteligente proporciona al ser humano las herramientas para relacionarse de manera sana con los demás, por lo tanto, es indispensable tener la posibilidad de reconocer cómo y por qué nos sentimos de determinada manera en cada uno de los momentos de nuestras vidas.

Si no desarrollamos el gusto por la vida, si no le encontramos el sabor a lo que vivimos, no podemos administrar nuestros sentimientos. La orientación viene de afuera hacia adentro. Conocer el mundo que nos rodea para poder conocer el mundo que tenemos dentro. Saber saborear lo dulce y salado de la vida para ser capaces de comprender y utilizar de manera positiva las alegrías y las tristezas que nos mueven el espíritu.

Vivir encontrándole sentido a cada una de las actividades que tenemos que realizar: desde bañarnos, alimentarnos, movernos entre el tráfico de la ciudad, o caminar en el solitario silencio de las multitudes. Explorar, sentir, vivir conectando nuestro ser interior con cada una de esas sensaciones para poder expresar con sinceridad cómo nos sentimos, aceptando y fluyendo con el momento. Démonos la oportunidad de aprender y compartir con nuestros niños las experiencias que la vida nos regala. Aprendamos a ver con los ojos del espíritu para intuir las emociones que nos mueven. Advertir las consecuencias de las acciones que realizamos ahora para poder discernir lo que pueda venir después.

Quién sabe, tal vez la joven de cabellos castaños y ojos incrédulos lea alguna vez estas líneas y logre saborear la dulzura de los espacios invisibles que regalan los días. ¡Porque la vida sí es de azúcar!

Peregrinando entre los sabores del día,
Peregrina.

Mujer

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Soy mujer y vivo conscientemente en la infinita sabiduría del amor. El amor no es sumisión, el amor es poderoso. No pretende ser superior pero no se esconde por miedo o vergüenza. El amor actúa. El amor crea y construye. El amor acompaña.

Precisamente, porque el amor no es sumisión, es poderoso, es justo, ejecutivo y solidario, las mujeres, siendo una representación del amor, exigimos ser tratadas con respeto. Que podamos elegir lo que queremos vivir y cómo queremos vivirlo. Lo que queremos construir y cómo queremos construirlo. Lo que queremos crear y cómo queremos crearlo. En la perfecta sincronía que nos mantiene el amor, encontramos la forma de poder ser solidarias si encontramos el espacio y nos comprometemos totalmente respetando el espacio de quien nos acompaña.

Eso es ser mujer, entender que no somos mejores que el hombre pero tampoco inferiores. Que no podemos hacerlo igual que ellos, pero tenemos un modo perfecto para hacerlo que no es inferior al de ellos. Que no fuimos creadas ni superiores ni inferiores: simplemente iguales, perfectas creaciones del amor infinito.

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Fragantes hojas, tiernos retoños
El deseo de los poetas, amor de los monjes
Macerado en jade blanco y cernido en gaza roja
Infundido en caldero del color del oro, en un remolino, espuma de flores
De noche da la bienvenida a la brillante Luna, al alba disipa la bruma rosada
Pasado y presente, los que lo beben se sienten vigorizados y calma la resaca.

(Yuan Zhen de la Dinastía Tang 618-907 D. C.)

Imaginar la época en la que vivió la Dinastía Tang, nos da la impresión de que antes de eso, poco había pasado; sin embargo, mucho tiempo atrás, en el año 2737 A. C. vivió el emperador Shen Nung, quien, según la leyenda, descubrió la infusión que hasta hoy llamamos té.

Resulta que Shen Nung era amante de la herbolaria, sanador de su época. Como en esos tiempos no había laboratorios donde se pudieran hacer pruebas, cada vez que Shen Nung encontraba una planta que le parecía que pudiese tener algún efecto positivo en la cura de algún mal, la probaba. No fueron pocas las veces que su cuerpo enfrentó intolerancias y envenenamientos de los que se salvaba gracias a su intuición para elegir los antídotos correctos. Shen Nung, quién vivió hacia el año 3000 A.C., anotó información sobre 365 drogas en su Gran Herbario o Materia Médica China (Pen Tsao)… Todo es parte de la leyenda pues no se ha comprobado ni la autenticidad del autor ni de las historias que ahí se escriben; sin embargo, los remedios siguen usándose hoy día. El ginseng es un ejemplo.

La historia que quiero contar aquí es la de cómo descubrió el té. Como todo gran descubrimiento, fue una casualidad, fruto del destino.

Estaba sentado bajo un árbol -que hoy conocemos como Camellia Sinensis, descansando mientras su sirviente hervía un poco de agua en un tazón de porcelana. Debido al viento que soplaba, algunas hojas secas del árbol cayeron dentro del tazón y desprendieron un suave aroma, tiñendo el agua de un obscuro tono dorado. Shen Nung, habituado a probar cuanta hierba nueva conocía, tomó el tazón y bebió la infusión, sintiéndose feliz de haber probado tan delicioso brebaje, promovió su consumo entre su pueblo y hasta ahora, ese suave aroma puede ser disfrutado en todo el mundo.

Shen Nung murió intoxicado, como era de esperarse, después de ingerir centenares de hierbas, utilizando el método de prueba y error en su propio cuerpo.

Asombro

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Intentamos reemplazar el misterio con maestría cuando nuestra fascinación se vuelve obsesión y se amplifican las sensaciones, el caos  es espléndido en una mente espiritual. La inmortalidad se alcanza cuando se logra el olvido total y la sinfonía de la Tierra suena en las olas que rompen sobre  la roca y fluye la vida entre la espuma imponente.  El tiempo vuela sobre nosotros y deja su sombra; resucita nuestra maravilla poniendo a prueba nuestra arrogancia. Nos causa asombro y nos damos cuenta de que ¡estamos vivos!

La fotografía es del talentoso fotógrafo frances Willy Ronis (1910-2019) y se titula «Le chat de la consierge» y fue tomada en 1947.
Peregrina en las montañas de mis recuerdos.

 

septiembre 24th 2018 Joyas fotográficas, Joyas interiores

Todo está bien

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Hasta un reloj parado tiene razón dos veces al día y todos los corazones tienen derecho a sentir nostalgia, aunque la razón sepa que todo está bien.

Es curioso como pueden vivir dos pensamientos en el mismo cuerpo, transformando las emociones y matizando de tonalidades nuevas los espectros cotidianos. A dos semanas de haber tomado esta foto…

Una de las maravillas de la esencia humana es la paradoja en la que se puede vivir, entre el gozo y la tristeza, entre la clarividencia y la nostalgia. Es el regocijo del momento lo que inflama de gozo el corazón y al mismo tiempo abre la delicada compuerta que guarda las lágrimas y las deja fluir como si fuera una presa colmada a punto del desborde.

No soy capaz de explicar lo que mi corazón siente en este momento. Las palabras no me son suficientes para exclamar tan contradictoria sensación. Y todos dicen «está bien» y yo sé que lo está. Y todos dicen «así debe ser» y comprendo que así es.

Mi corazón está perdido entre una nube de nostalgia, leyendo notas pasadas y tratando de traducir las lineas nuevas que se escriben en un idioma que no entiende, pero que aprenderá, como ha aprendido todo en esta vida. No piensa detenerse, lleva su ritmo y llegará cuando tenga que llegar. También esto es amor. Todo es amor. Todo es por amor.

Peregrinando en una nueva estación de la vida…

Ovillo de luna para tu cumpleaños

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Tu camino está trazado entre la duda y el desconcierto. No sabes si el andar transcurrirá recto o encontrará curvas, subidas o bajadas. El sendero está trazado pero tu andar no comienza aun. El futuro se sostiene de un hilo, delgado como la seda, sujetando al deseo lleno de ideas, o, ¿serían ideas llenas de deseos?  ¡Qué más da!, si al fin y al cabo, los deseos siempre son ideas que se quedan calladas hasta que logran encontrar un hueco para ser expandidas y alcanzadas. Así, con los deseos guardados y la decisión tendida hacia adelante, debes comenzar tu andar. «Con hilo de lucero, la noche confecciona su ovillo de luna«. En algún lado leí esa frase y me gustó para dedicártela en este cumpleaños. Un cumpleaños que está marcado por el secreto del futuro que se abre hoy, más incierto que tus futuros pasados. Y la luna siempre está jugando a enredarse hasta quedar redonda y desenredarse hasta desaparecer; sabe que el hilo ahí está y las estrellas tendrán siempre el tiempo de seguir tendiéndolo para que ella juegue a enredarse y aparecer y desenredarse hasta desvanecerse.

Tal como la luna juega con la luz de las estrellas y el mar se divierte adornando el borde de su vestido con la espuma de cada ola, la vida nos pone puntos suspensivos para detenernos y reflexionar en la ideas que adornarán nuestro hacer. Cada pausa al encontrarlos, es aliento que vuelve a impulsar para retomar la frase hasta llegar al punto y a parte que abra un nuevo párrafo, porque de lo contrario, la historia se vuelve monótona y las ideas se mueren en el silencio de la monotonía.

Te miro dormir a mi lado y me pongo a pensar, con gran alegría a pesar de la nostalgia, que a partir de ahora nuestras oportunidades de compartir experiencias serán cada vez más inusuales y por lo tanto maravillosamente mágicas, como mirar una estrella fugaz en una noche de verano. Me gusta fantasear y mirarte. En tu rostro que dibuja tan pocos años, se concentran todos tus años y también todos los años de mi vida, porque para llegar a hacerte realidad, tuve que vivir muchas experiencias, tantas como las hojas que un árbol despliega estación tras estación.

Diecinueve años son tan pocos y sin embargo te has construido hasta el punto y a parte que hoy marca el fin de este párrafo de tu historia. ¡Qué bueno ha sido escribir dieciocho años contigo! Que gozo infinito me provoca intuir que los capítulos que seguirán el relato de la historia de tu vida, serán escritos con tinta de asombro y deseo de triunfo.

Peregrinando en una noche de luna creciente. Augurio de vida eminente y prestigiosa; brillante y exitosa.

Movimiento y quietud: manifestaciones del alma

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«El pie, comprendido en toda su complejidad, tiene dos funciones principales: la de movimiento y la de sentido, en cuanto a que es el receptor propioceptivo* plantar. En la danza asume una tercera función, la de la expresión gestual. No en vano, en el escenario, el pie es un organismo muy estudiado, cuidado y trabajado» Ph. Paul Sovari

Danzar me mantiene alerta, aun si mi danza no lleva un ritmo predeterminado ni sigue parámetros preestablecidos, voy intuyendo los tiempos que va marcando mi propia necesidad de transmitir la emoción de ese momento. No es lo mismo bailar una interpretación propia, que seguir una coreografía y acoplarse al ritmo del grupo. La atención y la tensión son diferentes.

Bailar descalza me da la oportunidad de entrar en contacto directo con el mundo. Al tocar el suelo, recibo directamente las sensaciones que me produce la tierra que piso: el frío de la loseta, la rugosidad de la arena, la dureza de la piedra o el pavimento. Los pies son la única parte del cuerpo que, estando descalzos, entra en contacto directo con el mundo. Detenerme a pensar en lo que mis pies me regalan es el simple propósito de estas lineas. Caminar de puntas entre el susurro de esa idea: mis pies desnudos mientras bailo. La danza oriental va interpretada con los pies descalzos, sintiendo cada uno de los «dum» y los «tac» en el ritmo que vaya marcando la percusión.

La danza es meditación activa. Enfocándola en lo que quiero compartir. En «Mareas de seda» quise transmitir la inmensidad, esa en la que me da miedo diluirme, con la que no puedo convivir. Esa que me ahoga nada más  de verla y me sofoca de tenerla cerca. El mar, bellísimo y espléndido. Impetuoso, enérgico y arrebatado. Movimiento perpetuo que en rincones se presenta suave, casi reposado invitando al pensamiento reflexivo, ese que solo encontramos dentro de nosotros mismos.

Dice George Gurdjieff «Podemos encontrar dentro de nosotros mismos, con la práctica de una observación tranquila, el movimiento de la fuerza original. Si puedo darme cuenta del movimiento que hago, me vuelvo cada vez más conscientes de la fuerza que me lleva de vuelta al origen, a la esencia. Para esto se requiere solo de una condición: permanecer en la escucha.

Cuando escuchamos atentamente, lo primero que oímos es el ruido que proviene de todas las percepciones del mundo exterior, si logramos afinar un poco más, escucharemos el ruido de nuestros propios pensamientos, de nuestras emociones, y después del ruido, escuchamos una respiración que es el movimiento, incluso en la quietud y en el silencio.

El movimiento comienza con la quietud. Sólo quien entiende la quietud puede realmente entender el movimiento. Sólo quien llega a la fuente que se sitúa en la quietud puede entender el movimiento. Sólo quien entiende el silencio, puede entender las palabras. Mucha gente habla y habla sin entender lo que dicen, ni lo que la palabra contiene, porque no entienden el silencio, que es la fuente de la palabra. Para la mayoría el movimiento es un escape de su propia quietud y silencio.

Se necesita una alternancia entre quietud y movimiento, entre el silencio y las palabras. Cuando es difícil estar en el silencio es mejor escoger el hablar apropiado y cuando tenemos dificultades de estar en quietud es mejor escoger el movimiento apropiado.»

Peregrinando en el amor de mis mareas.

*La propiocepción es el sentido que informa al organismo de la posición de los músculos, es la capacidad de sentir la posición relativa de partes corporales contiguas. La propiocepción regula la dirección y rango de movimiento, permite reacciones y respuestas automáticas, interviene en el desarrollo del esquema corporal y en la relación de éste con el espacio, sustentando la acción motora planificada. Otras funciones en las que actúa con más autonomía son el control del equilibrio, la coordinación de ambos lados del cuerpo, el mantenimiento del nivel de alerta del sistema nervioso y la influencia en el desarrollo emocional y del comportamiento.

Sueños

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Los sueños alimentan la creatividad y las letras fluyen de los dedos como suspiros…

Otras veces,

en cambio…

Son pesadillas que bloquean los sentidos y estancan cada una de las memorias que parecen no encontrar salida.

En la garganta se encierran, como un grito desesperado que no logra estallar y se encaja como una daga en el pecho. Matan lentamente cada una de las ilusiones y los deseos se convierten en cenizas…

Son besos no recibidos. Peregrinares con los ojos cerrados.

«Lifted», fotografía surrealista de Brooke Shaden