Humo y perfume. Magia que envuelve con su aroma movimientos y pensamientos. Olores que sellan el momento en la mente, registrando, marcando los colores, texturas, sabores y sonidos que nos rodean en ese instante. Sensaciones de un cuerpo adormecido que deja sus sentidos totalmente abiertos, buscando un sexto que despierta cuando los demás llegan a su máxima percepción. La mente se abandona a lo que sucede en el momento y lo marca para siempre con la clave de ese olor.

¿Qué poder ofrecer a los dioses, más agradable y mágico que el perfume… fascinante e invisible? ¿Por qué mirra, incienso, sándalo, olíbano, alcanfor han llegado a ser tan valiosos como el oro?

Ciertos perfumes provocan reacciones bioquímicas que causan efectos en la experiencia meditativa… Será que por eso desde tiempos inmemoriales el hombre lo ha elegido como una ofrenda para los dioses.   Tal vez desde que el hombre tuvo el primer contacto con el fuego, quiso agradecerles con lo más etéreo con lo que contaba: el aroma. ¿Cuál habrá sido la sensación de los primeros hombres que sintieron un perfume surgir del humo que salía de la fogata? No sólo los dioses les habían regalado la protección y el calor del fuego sino que los rodeaban de un aroma   ¡que no entendían de dónde procedía! Seguramente les tomó algunas fogatas comprender que ciertas maderas provocaban ese olo.  ¿Cuánto habrá tenido que pasar para que notaran que ciertas maderas producían una leche que se granulaba y perfumaba el humo al quemarse con el fuego?   Mágico descubrimiento debió haber sido el incienso.  Mágico hechizo descubrir el placer de sentirse envuelta por su aroma y dejar que la mente se abandone al silencio interior en donde las evocaciones recrean sensaciones que se pierden como el humo en lo más infinito del ser humano… ofrenda de amor a los dioses.

Como en un sueño… vaga y etérea,

Peregrina.