Hay noches… siempre hay noches

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Hay noches que la luna está brillante, reinando en un cielo despejado adorreflejos-de-la-nochenado de estrellas. Hay noches sin viento, con ventanas abiertas de par en par para permitir que la ligera brisa, producida por los ventiladores que en silencio soplan en la habitación, salga y le cuente al viento cuánto se le extraña. Hay noches en las que el cielo parece esconderse detrás de algodones que vuelan y forman halos luminosos cuando cubren a su paso la luna que se resiste a desaparecer. Hay noches en las que las cortinas vuelan, creando sombras mágicas que cuentan la historia de las hojas del árbol que se mueve al compás del viento que lo hace bailar. Hay noches que muestran su dulzura luminosa y el susurro del viento torna el momento perfecto. Hay noches que tormenta-en-ribadesellase encienden y retumban provocando una danza salvaje entre hojas y ramas y el golpe de cada gota escribe sobresaltos en la partitura del corazón. Hay noches en las que la oscuridad es tan profunda como profundo es el eco que ensordece el infinito caer de las gotas de lluvia. Hay noches en las que un abrazo y un beso son más deseados que la luz de la luna en el cielo encapotado y un suspiro es el más poderoso vendaval. Hay noches… siempre hay  noches.

La peor tormenta siempre deja noches despejadas.

Peregrina.