Luna de Agosto

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Viviendo en una ciudad rodeada de comodidades a las que ya ni siquiera hago caso porque son tan cotidianas que la magia que precede y prosigue al simple hecho de encender una luz apretando un botoncito o abrir el grifo del agua y lavarme las manos se vuelve una acción banal.  No quiero que mi vida sea una enramada de sucesos vanos.  Quiero ver lo que hay detrás de cada uno, quiero darle sentido a la cotidianidad.

Cada mes desde que abrí esta ventana he estado escribiendo sobre los nombres que nuestros ancestros le dieron a la luna llena  tratando de imaginar el por qué de cada uno de sus nombres, la forma en la que la gente -o quizás un sabio anciano de alguna lejana tribu- se inspiró para nombrar a la luna mes tras mes, muy probablemente sin saber que en alguna parte del mundo desconocido para ellos alguien más estaba nombrando a la misma luna de manera diferente, de acuerdo a su propia inspiración y vivencia.

Esta luna llena de agosto ha sido muy especial para mi porque empecé a seguir sus rayos a medida que crecía observando paisajes diferentes, viendo a gente con costumbres muy distintas a las mías. Gente para la que lavarse las manos es la culminación de varias tareas porque el agua corre libremente en el río que queda a muchos metros montaña abajo entre rocas y fango… Cuando regresan a casa, lavarse las manos es algo absolutamente innecesario cuando el cuerpo entero está completamente inundado en la naturaleza que los rodea. La luz viene del sol, del fuego, de la Madre Luna que ilumina las selvas y los bosques y transforma la noche en un espacio mágico de sombras y colores distintos a los del día.


Al mirar los campos de sorgo empezando a sazonar coloreando de bronce a las verdes colinas en las que crece; viendo como las milpas bailan al ritmo del viento mientras muestran sus pequeñas mazorcas que empiezan a tomar forma, entiendo por qué llamaron Luna del Grano Verde a la luna de agosto. Cuando escuché la fuerza de la lluvia mientras los truenos alababan la intensidad de la luminosidad del rayo que partía las nubes grises en medio de un cañón de rocas rosadas fue fácil adivinar que la luna de agosto es la Luna de Relámpago.


Conectarme con el ciclo de la luna es, más que gozar de su esplendor y admirar el cielo en el que comparte el espacio con tantas y tantas estrellas que a pesar de ser infinitamente más luminosas por luz propia, vienen opacadas ante su brillante blancura. Seguir el ciclo de la luna es seguir mi propio ciclo, cambiante y la misma, es darme cuenta de que en este universo maravilloso, mi observación se une a la de otros seres y la admiración es compartida en este tiempo desde otros espacios.

Un beso a la luna de agosto


Besé a Luna en agosto,
Peregrina.