¡Me perdoné el poste!

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Me perdoné el poste

La próxima vez que me pese la vida, simplemente cambiaré de lugar. Me pararé sobre ella y levantaré los brazos sintiendo la ligereza de mi espíritu que vuela libre sobre todas las cosas de este mundo.  Soy luz, mi brillo viene desde dentro.

Gracias Vida por 45 años llenos de oportunidades para ser feliz, gracias por cada segundo que me has llenado manifestándote en cada palpitación de  mi corazón.  ¡Lo abro para bendecirte!

¡Levanto mis brazos y me perdono el poste y todo lo demás!

Porque me amo, quiero recorrer todos los caminos que se me presenten,
Peregrina.

noviembre 21st 2009 Joyas de todos los días

A un par de noches de mi cumpleaños…

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¡Me regalé un poste!

Hace 5 años me obsequié una pierna enyesada. Anoche fue un poste. Curiosa casualidad.

Ayer amanecí sintiendo que la vida me pesaba, era como si todos y cada uno de los 16,423 días que he estado presente en este planeta se me hubieran subido a la espalda. No es que me quite el sueño aumentar el número de mi edad, al contrario, me gusta la forma en la que he ido evolucionando; sin embargo, hay momentos como ayer en los que los pequeños detalles pasan de banales a trascendentales y me enredo con ellos de forma realmente irracional.   Me reconozco inmediatamente y sin embargo me permito seguir en esa línea. Absurdo.

El caso es que, estando en esa actitud, me suceden cosas poco deseables y mientras más profunda es la insipidez que le encuentro a la vida en esos momentos y más importancia le doy a esas trivialidades, la capacidad de concentración se va perdiendo. A tal grado que atraigo los accidentes.

Lo absurdo y abstracto toma forma y se convierte hecho.   Un segundo bastó para que estampara la camioneta contra un poste de concreto que fue absolutamente ignorado por mi mente: simplemente no lo vi cuando entré al cajón de estacionamiento y mucho menos al tratar de salir de él.

Me regalé un poste

Dejé de estar en el momento presente pero el maravilloso estallido, un tronido seco y grave seguido inmediatamente por una lluvia de cristales en apresurada caída sobre el pavimento… (me encantó ese segundo, realmente lo gocé). Fue tan rápido, tan intenso que volví a caer sobre el presente y tome consciencia de todo lo que había vivido, lo que sucedió y el por qué sucedió. Lo banal volvió a serlo y lo trascendental retomó su lugar.

Llamar al ajustador, aceptar la responsabilidad de mi impericia y seguir con cada una de las consecuencias que ésta me ha traído.

Ahora suspiro. Estoy en el proceso de perdonarme… me cuesta eh, que me cuesta.
Peregrina.