Platero y yo ¡Celebrando la lectura!

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¿A quién dedicar un libro tan sencillo y profundo a la vez? Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura 1956 escribió en su dedicatoria: «A la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del sol que me mandaba moras y claveles»

«Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro … … ¿No me has visto nunca, Platero, echado en la colina, romántico y clásico a un tiempo? Pasan los toros, los perros, los cuervos y no me muevo, ni siquiera miro. Llega la noche y sólo me voy cuando la sombra me quita. No sé cuándo me vi allí por vez primera y aún dudo si estuviese nunca. … … Cuando llego yo, con Platero, al naranjal, todavía la sombra está en la cañada, blanca de la uña de león con escarcha. El sol aún no da oro al cielo incoloro y fúlgido, sobre el que la colina de chaparros dibuja sus más finas aulagas. De vez en cuando, un blando rumor ancho y prolongado me hace alzar los ojos … »

Un hermoso diálogo entre un niño y su burro, una historia de vidas compartidas, de sueños a ojos abiertos, de realidades con ojos cerrados ~ ~ ~ Una historia que comienza con una «Advertencia a los hombres que lean este libro para niños» ~ ~ ~ Un libro que narra una historia dulcemente escrita por un autor que advierte: “Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren”.

Peregrina