Vivimos observando sombras que se mueven y creemos que eso es la realidad. José Saramago

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Cerremos esta puerta.
Lentas, despacio, que nuestras ropas caigan
Como de sí mismos se desnudarían dioses.
Y nosotros lo somos, aunque humanos.
Es nada lo que nos ha sido dado.
No hablemos pues, sólo suspiremos
Porque el tiempo nos mira.
Alguien habrá creado antes de ti el sol,
Y la luna, y el cometa, el espacio negro,
Las estrellas infinitas.
Ahora juntos, ¿qué haremos? Sea el mundo
Como barco en el mar, o pan en la mesa,
O el rumoroso lecho.
No se alejó el tiempo, no se fue. Asiste y quiere.
Su mirada aguda ya era una pregunta
A la primera palabra que decimos:
Todo.

Para enmarcar una estrella, el cielo. Para admirar una flor, el jardín. Para conocer el alma de una persona, sus obras. Hay una frase de Novalis que me viene a la mente en momentos como este, cuando un ser humano de la talla de José Saramago desaparece físicamente del planeta. Es este momento en el que con mayor fuerza sus obras se difunden y son esparcidas de ángulo a ángulo las palabras que despiertan consciencias, los pensamientos que infunden nuevas ideas y recrean generación tras generación a la humanidad.

«Todo lo individual por sí tiene una medida propia de aptitud, sólo la capacidad del género es inmensurable. «

Es un hecho que la obra de José Saramago ha llegado a su fin, pero también es un hecho que la semilla que sembró y ha dado frutos desde hace ya muchos años, seguirá generando nuevos brotes de plantas que se esparcirán por todo el planeta, haciendo que «La flor más grande de mundo» no sea sólo un cuento, sino miles que cobijen la la creatividad y le den a la humanidad un paisaje colorido

Voy a leer Todos los nombres y a buscar el mío…
Peregrina.