Un corazón perfecto

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Se me antoja poner este cuento de  Paulo Coelho, por aquello de todo el amor que se predica en estos días de fiesta.
Un joven se paró en medio de la plaza y comenzó a proclamar que poseía el corazón más hermoso de la comarca. Mucha gente se congregó a su alrededor para admirar su corazón, que era perfecto. De entre la gente salió un anciano que le dijo:

«Tu corazón no es más hermoso que el mío.»

Tanto la gente como el joven, miraron el corazón del viejo. Latía con fuerza pero tenía innumerables cicatrices y heridas abiertas. Tenía lugares en los que habían sido removidos pedazos enteros que hacían doler los corazones. Pero el joven miró el corazón del viejo y comenzó a reír.

“Debes estar bromeando» dijo. “Comparas tu corazón con el mío tan perfecto, mientras que el tuyo es un desastre hecho de cicatrices y lágrimas.»

“Sí,” dijo el viejo, “El tuyo luce perfecto pero nunca lo cambiaría por el mío. Verás, cada cicatriz representa a las personas a quienes he dado mi amor. He arrancado un pedazo de mi corazón y se los he dado a cambio de pedazos de sus corazones que han reemplazado los huecos vacíos que el dolor ha dejado en mi corazón, por eso se nota que no encajan bien en los espacios.

“Algunas veces le he dado pedazos de mi corazón a personas que se los han llevado, sin darme nada a cambio, por eso ves estos espacios vacíos. Dar amor es siempre un riesgo, pero aunque estos huecos son dolorosos, estando abiertos, me recuerdan el amor que he sentido por esas personas, yo sé que algún día recibiré amor a cambio. ¿Logras ver ahora su verdadera belleza?»

El joven se sentó en silencio mientras algunas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Caminó hacia el anciano que le ofreció un pedazo de su corazón, a su vez, tomó de su joven y perfecto corazón otro pedazo para intercambiarlo con el anciano.

>Lo encajó en el hueco y vio que entraba, aunque no del todo bien.

El joven miró su corazón que ya no era perfecto pero observó que había adquirido una extraña belleza, lucía más hermoso que nunca con el pedazo del anciano encajado en medio de su joven corazón.


Una vez  más, la belleza de la perfecta imperfección.
Peregrina.