Malditas, benditas, ajenas o propias

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Óscar de la Borbolla las maldice y entreteje cinco cuentos que cantan al son de cada una de ellas a la vez. Magistralmente se las ingenia para revolcar el cerebro del lector que trata de comprender las frases que cobran sentido en el sinsentido que a primera vista se percibe. Cinco historias que desgarran y apuntan el lado más obscuro de cada vocal (En realidad, a mi gusto, sólo tres de las cinco vocales logran armar historias contundentes, con sentido).

Vocales malditas, benditas vocales que nos ayudan a musicalizar las palabras, a acentuar los sentimientos, a expresar las emociones.

Personas vocales y personas consonantes. Vocales son aquellas que gustan de hablar, de reírse -y al reír, echan la cabeza hacia atrás con energía-, aquellas que nacieron para la expresión.
Las personas consonantes callan generalmente, en sociedad pasan por aburridas, se duermen en el tren. Mas sin ellos no existiría la humanidad; las lenguas se las arreglan mejor sin vocales que sin el tieso y pesado brocado de las consonantes. Una definición poco común salida de En la belleza ajena, de Adam Zagajewski.

Quien quiere comprender pero renuncia a la expresión, nada podrá comprender. Quien quiere expresar pero no busca la comprensión, nada podrá expresar. Entrar al infinito de esta frase de Zagajewski es como estar deslizándose en una cinta de Möbius…

Hay veces que soy tan maldita como la más maldita de las vocales al estilo de De la Borbolla, pero por lo general creo que soy parte de la belleza ajena, esa que sin mi belleza no sería tan bella.

A final de cuentas, la vida es como una cinta de Möbius y todos nos deslizamos de un lado a otro y terminamos en el mismo lugar, ¡solo que de cabeza!

Peregrina.