Escríbeme un cuento

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Escríbeme un cuento, le decía.

Escríbeme un cuento que describa el secreto de tus sentimientos.

A veces, sus palabras caían en un extraño vacío de tiempo en el que quedaban suspendidas… atrapadas en el tintero. Pero otras veces, sus plegarias eran escuchadas y, mientras la luz oliva y fuego de sus ojos recorría las huellas de tinta dejadas sobre el papel rugoso, su imaginación trazaba siluetas  que se transformaban en imágenes dentro de su mente. 

lectora

Imágenes que danzaban siguiendo la cadencia de las palabras mientras los  párrafos, en movimientos lentos que se iban esfumando en su memoria, susurraban suavemente melodías que se transformaban en silencios que su cuerpo trataba de recuperar, como si fuera posible quedarse con cada punto, con cada coma… atrapar cada instante, suspendido como los puntos que dejan abierta una idea, incompleto un

pensamiento

 (Abría paréntesis que no se cerraban jamás…

Cada palabra escrita iba tomando un espacio especial, creando sensaciones que la hacían escapar del encierro en el que la fortuna de su estrella la había colocado y corrían hasta poder vivir esas fantasías pensadas para ella, por lo que ella significaba, o lo que ella creía ser dentro de la fantasía de quien, al leer esa petición, besaba con los pensamientos, el recuerdo que se plasmaba en alegóricas historias, siempre anónimas, siempre distantes, siempre imaginarias.

Realidades nacidas de silenciosos deseos frustrados.
Peregrina

 

>>Pintura de Lord Frederic Leighton, «Estudiando frente a un atril»,  Inglaterra 1877<<

Desatando sueños trenzados

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lady-lilith-gabriel-rossettiA nadie muestro la verdad que se enreda en mis cabellos; antes bien la trenzo y delicadamente la trenzo y la escondo entre los lazos que atan los rizos deseosos de sortear mi espalda, cayendo por sobre mis hombros.

Cuando la noche llega, los deseos empiezan a desenredarse, escapando despreocupadamente entre los lazos que los tuvieron atados durante el día, es entonces que,  cada uno de los rizos, empieza a soltar los pensamientos, los deseos, esos anhelos y evocaciones que estaban cautivas…

Mis manos acarician mechones de pelo, poco a poco, suavemente, como si fueran hilos de seda que mis dedos van devanando. ¿Cuántos misterios, cuántos secretos se esconden entre mis cabellos?

La belleza de cada mechón que cae sobre mis hombros y enmarca la delicada curva de mis senos, es la silenciosa manifestación de mis deseos… Caricias, delicados roces de la punta de su lengua… Evoco su calidez, la dulzura de su cercano aliento que se esconde entre la nuca y un ensortijado mechón que se niega a ser atado en cualquier trenza.

Peregrina.

>>Lady Lilith, pintura de Dante Gabriel Rossetti, 1866<<