Del arrebol de la tarde, al conticinio

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Esperaba, como conticinioquien espera que las nubes grises se disipen y vuelvan a iluminar el camino los rayos del sol; como cuando se evapora la bruma en un frío amanecer; como cuando se abre la mano para recibir una gota de rocío colgada de un geranio.

Esperaba, como para ponerle una nota de color distinto al lienzo que comenzaba a desteñirse por la ausencia de su luz. Esperaba y esperaba… hasta que soltó las amarras y decidió zarpar sola. A fin de cuentas, lo único que necesitaba, lo tenía guardado en el bolsillo más pequeño de su corazón.
Así que, sin prisa, pero sin pausa, se dio a la aventura.

Sempiterno le pareció el suspiro que dejó salir, dejando que la nostalgia lo acompañara mientras el arrebol del cielo enmarcaba su deseo. El tiempo pasó, los suspiros se transformaron en lágrimas y las lágrimas en sollozos que se perdieron en susurros poco antes del conticinio.

Peregrinar azul…

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