“Tenemos una tendencia enorme a clasificar como no relevante lo que no entendemos” Thomas Gingeras
¿Cuántas veces, al no entender nuestros sueños, los dejamos a un lado? Los descartamos aunque sintamos que eso es lo que verdaderamente nos podría dar la felicidad, entonces nos damos por vencidos y dejamos de soñar.
¿Qué pasa cuando soñamos? ¿Qué pasa cuando no soñamos?
Eduard Punset dice que la capacidad de la gente para hacerse infeliz es infinita, porque apunta su hacer en lo que otros le pudieran dar y de ahí le viene la motivación. No hace lo que desea hacer, sino que hace lo que le dicen que haga, y lo hace de la mejor manera esperando una recompensa… recompensa que no siempre llega y entonces, se da cuenta de que todo su esfuerzo es en vano, se da por vencido y se convence de que no vale la pena seguir haciendo… se deprime y se vuelve infeliz.
¡Qué diferencia cuando lo que hacemos es lo que deseamos hacer! La habilidad para hacer se ve reforzada por el sueño de lograr la meta deseada y entonces la motivación interna se recrea y sigue creando ideas para avanzar. Eso es soñar despiertos. Soñar despiertos o renunciar a los sueños… es la disyuntiva que se le presenta al hombre si quiere vivir feliz. La podemos comparar como el dilema que viven los delfines al tener que elegir entre estar despiertos para respirar o dormir y dejar de hacerlo… dormir es para los delfines sinónimo de suicidio. Así como lo es la infelicidad para el hombre.
¿Entonces? Entonces, la Naturaleza les ha dotado de la capacidad de partir su cerebro y dormir por partes… primero duerme un lado mientras el otro hemisferio permanece vigilante para realizar las funciones vitales, en especial la de la respiración y la capacidad de seguir nadando sin perder la ruta. Estos períodos de vigilia y sueño se alternan cada 20 minutos hasta completar un total de ocho horas diarias de sueño revitalizante. De la misma manera, la Naturaleza en su gran sabiduría le ha regalado al hombre la posibilidad de soñar. Soñar dormido y también soñar despierto.
¿A dónde quiero llegar con todo esto? A encontrar el intelecto superior, a gritar que la genial creatividad nace de una mente que sueña despierta y le da al hombre la posibilidad de realizar descubrimientos insólitos. ¡Hay tantos ejemplos de genialidad soñadora en esta Tierra!
En alguna ocasión leí que Jorge Luis Borges dijo que el poeta no descansa, que la inspiración le puede llegar incluso durante el sueño y develó el secreto de la forma en la que escribió uno de sus poemas … “Yo lo dicté al día siguiente y no supe si tenía algún valor o no. Al cabo de unos días pedí que me lo releyeran y comprobé que era un poema decoroso, que podía publicarse, sobre todo explicando que era un regalo del sueño. Me acordé de Coleridge que soñó el poema Kubla Kahn, al mismo tiempo que oyó una música y vio que esa música construía un palacio. Lo supo como se saben esas cosas de los sueños. Oyó así un poema extraordinario. En el caso mío, no ocurrió de esa forma. Es un breve poema sin otro valor que el de ser una curiosidad psicológica, el de ser un don del sueño. Posiblemente es un presente griego, posiblemente no valga mucho, pero en todo caso lo publiqué junto con los demás y nadie notó que fuera distinto de los oros. Modifiqué una sola palabra. Una sola. No recuerdo cuál era, pero sí hubo que modificar algo en que me había equivocado en el sueño. Mi mente de vigilia fue mejor que la soñadora. De modo que en los sueños se cometen errores y en la vigilia también. En la vigilia aún más, sin ninguna dificultad”.
Si el Maestro Borges se atrevió a publicar un sueño … ¿por qué no atreverse a hacer públicos nuestros sueños y vivirlos como una realidad que sostiene? ¿Por qué no alimentarnos de su creatividad y vivir de la esperanza que nos regalan?
LA MONEDA DE HIERRO
Jorge Luis Borges
Aquí está la moneda de hierro. Interroguemos
las dos contrarias caras que serán la respuesta
de la terca demanda que nadie no se ha hecho:
¿Por qué precisa un hombre que una mujer lo quiera?
Miremos. En el orbe superior se entretejan
el firmamento cuádruple que sostiene el diluvio
y las inalterables estrellas planetarias.
Adán, el joven padre, y el joven Paraíso.
La tarde y la mañana. Dios en cada criatura.
En ese laberinto puro está tu reflejo.
Arrojemos de nuevo la moneda de hierro
que es también un espejo magnífico. Su reverso
es nadie y nada y sombra y ceguera. Eso eres.
De hierro las dos caras labran un solo eco.
Tus manos y tu lengua son testigos infieles.
Dios es el inasible centro de la sortija.
No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.
Maculado de infamia ¿por qué no han de quererte?
En la sombra del otro buscamos nuestra sombra;
en el cristal del otro, nuestro cristal recíproco.
Con un ojo despierto viendo mi camino y el otro dormido, observando en lo más profundo de mi ser mis mejores sueños.
Peregrina.