Hay arranques de amor, arranques de ira, arranques de alegría y arranques de realidad patente.
La realidad, como la verdad y el amor, es condicional. Varía de acuerdo a lo que se vive o se desea vivir, se inventa si no es la que se desea, se colorea con la paleta de colores que la imaginación proporcione y se sueña o se vive … o se rechaza.
Hay arranques de amor, arranques de ira, arranques de alegría y arranques de realidad patente.
De realidad en realidad… Realidad patente, esta que tenemos de frente y nos mueve a saltar, a hablar, a enamorarnos, que se transforma en acción; la realidad insensible, esa que te pasa todo el tiempo pero que no la percibes porque estás ocupado en trivialidades; la cruel realidad, esa que sabes que está ahí al voltear la esquina pero no te la quieres encontrar, pero te espera pacientemente. Está la pura realidad, que es esa que usas para argumentar en los cocteles … por ejemplo; o bien la hermosa realidad que se vive al abrir los ojos y ver al ser amado dormir a nuestro lado. Se convierte entonces en patente realidad, verdadera, aceptablemente aceptada, deseada, gozada. Es contundente, evidente, plena, existencial y absoluta.
Y está la realidad de moda, la realidad virtual, esta que te hace leerme y entrar en los rincones donde murmuro monólogos internos.
Real en el azul del peregrinar
La fotografía de Wolfgang Suschitzky: Trafalgar Square, London, 1953. Realidad patente en ese momento, ahora, realidad virtual.