El desparpajo de los deseos

Comentarios desactivados en El desparpajo de los deseos

En el desparpajo de los deseos, la encontraba siempre iluminada de estrellas. Entre la irracionalidad de las miradas que lo recibían, se entrelazan sonrisas prontas para convertirse en caricias, ¡ávidas de encontrar recompensas!

Cada tarde de lunes, los minutos le devoraban las ansias que se contorsionaban mientras el auto seguía las sinuosas cumbres dirigiéndose hasta la pequeña cabaña en la que escondía los secretos; contaban la vida de esos últimos 20 años. ¡20 años de emprender el viaje a la montaña, en una peregrinación devota, para adorar a la diosa que lo hacía morir y resucitar! Milagros memorables que escribía en su cuerpo semana a semana.

Las nubes aparecieron, la luz comenzó a tomar tonos tristes. Encendió la radio y una música ligera llenó el espacio, las notas salían por las ventanillas abiertas que dejaban entrar ese particular olor que anuncia lluvia. El viento traía frescura y un escalofrío erizó su piel. Subió la ventanilla y en el mismo momento, su cerebro mandó la señal a los pies para oprimir con mayor fuerza el acelerador.

Necesitaba llegar antes de que comenzara a llover. Ella disfrutaba tanto esos singulares momentos en los que la lluvia comienza a caer y dibuja desordenados trazos sobre la tierra, le gustaba verla transformarse en fango. Él conocía el resabio que causarían sus pisadas al llegar después, ¡el fango sobre el piso de la cabaña no le proporcionaba el mismo placer a su amada!

La lluvia arreció. Las gotas que caían sobre la carrocería, disturbaban la música que ahora él acompañaba con silbidos salidos despreocupadamente de sus labios, que, sedientos de los besos que estaban esperándolo, se distraían con los compases de las invitantes notas. Grises los cielos, iluminados los deseos. Así pasaban esos momentos en la humedad de una tarde de lluvia. ¡Vaya tarde de lluvia! Los neumáticos resbalaban en las cerradas curvas. Tuvo que disminuir la velocidad a pesar de la prisa que su cuerpo le marcaba. Más de una vez el abismo del panorama se acercó peligrosamente ante su mirada. Más de una vez tuvo que sostener firmemente el volante, mientras sentía un frío de muerte en el suspiro. Disminuyó aún más. El tiempo corría lento, la lluvia caía copiosa. Dejó de silbar.

No era una buena tarde, pero era una tarde de lunes. Su pensamiento cambió de tono y regresó el silbido a sus labios que se transformaron en sonrisa cuando la cabaña apareció al costado del camino. La buscaba a través de los cristales. La anhelaba a través de la vehemencia.

Las cortinas de la ventana no se corrieron cuando la luz de los faros la iluminó. Tampoco se abrió la puerta delante de la belleza del rostro que pretendía mirar. Apresuró sus movimientos y la llave entró con rapidez para abrir. Silencio absoluto, ella no estaba allí. La llamó, primero con dulzura enamorada, después con ansias sombrías que aumentaron el tono de su llamada.

En la cocina, una botella de vino esperaba ser descorchada y la suavidad del ventilador contrastaba con la fuerza del viento que afuera movía las hojas. Había estado ahí hacía poco tiempo… volvió a gritar su nombre, ahora con desesperación.
Brillo de agua sobre el suelo, cristales rotos que crujieron bajo sus pies y, detrás del mueble donde estaba apoyada la botella de vino, el cuerpo inerte de su amada lo paralizó, quitándole por un momento los latidos a su corazón.

Llegó la ambulancia. La lluvia cesó. Burdas huellas de fango marcaron el piso de aquella cabaña que desde entonces, ensombrecida, espera que alguien abra las ventanas y deje entrar el olor del amor, las tardes de lunes al caer el sol.

La imagen:  «Irises (flower series)» corresponde a una de las series florales del pintor japonés Okiie Hashimoto que era famoso en su localidad por tener un jardín con todo tipo de flores en las que se inspiraba. El original de este lienzo de madera y papel fue pintado en 1974 y se encuentra en el Museo de la Prefectura de Tottori.

En el lento peregrinar de una cuarentena de más de 40 días…
Peregrina. 

Una gota en su pelaje

Comentarios desactivados en Una gota en su pelaje

Llovía. Una de esas lluvias muy finas, con gotas tan delgadas que parecían neblina y no lluvia; gotas heladas, acompañadas de un viento ligero pero cortante que anunciaba nieve.  Así, con el suave rumor de esa aguanieve, la tarde se desvanecía lentamente, dejando pasar a la obscuridad que llegaba prematura. Ningún sonido rompía el golpeteo constante de las gotas que caían desde el tejado sobre las brillantes piedras de río que pavimentaban el callejón, al final del que se vislumbraba la tenue luz de una ventana iluminada por los brotes del fuego de la chimenea. Invitaba a entrar.  Ya desde el callejón se percibía la pacífica calidez del interior.

A través de los cristales empañados por el contraste de temperaturas, se distinguía la silueta de una mujer. Nada parecía distraerla, al menos eso daba a entender su mirada fija en cada una de las puntadas que iba dando con singular ritmo, mientras la aguja subía y bajaba traspasando el delicado entramado del tejido que sostenían sus manos. Poco a poco, los hilvanes tomaban forma y los matices de cada hilo de seda, marcaban los contornos y los fondos, dándole vida a un lienzo que se convertía en paisaje.

Recostado cerca del fuego, Kedisi disfrutaba del calor que se desprendía del chirriar de los leños ardientes. Delicado y refinado, de tanto en tanto lanzaba una mirada a la mujer que lo acompañaba y su ronroneo se dejaba sentir en la habitación. Sus ojos tomaban matices mágicos delante de las llamas que daban toques luminosos, tornando en azul profundo a uno y en verde brillante al otro, en cualquier otro momento habría distraído a los dedos de la mujer, claro, si no estuviesen los hilos de seda entre ellos.

De tanto en tanto, un suspiro detenía el ritmo de la aguja y el aro que sostenía el bordado caía sobre su regazo; entonces, extendía su mano para asir la taza y acercarla a sus labios. Aspiraba profundamente el vaporoso aroma del vin brulè, entonces su pensamiento saltaba de los hilos de seda a la sedosa textura de los cabellos de su esposo y evocaba los momentos cuando las especias y el vino hervían en la estufa mientras él le hacía el amor frente al fogón. Eran otros tiempos, cuando Kedisi no se estaba quieto y correteaba por todas partes mientras la lluvia llevaba el ritmo de las caricias de unas manos que rodeaban sus caderas y sus senos embriagaban a su amante. Eran otras gotas de lluvia cayendo sobre el empedrado del callejón, eran otros leños quemándose en la misma chimenea, eran otros los hilos que pasaban entre sus dedos…

La taza golpeó con un delicado tintineo el platito de porcelana que se rompió sobre el regazo de la mujer; al escucharlo, Kedisi se estiró y con su cola enroscó la mano que se extendió hacia él. Una gota de vino pintó el pelaje del gato que se acercó hacia esa mano inerte, frotando su lomo como si quisiera limpiar la mancha cual rubí sobre el armiño, Kedisi saltó con gran premura sobre regazo ocupado por el bordado y maulló para despedirse de la mujer que exhalaba el último beso con sabor a vin brulè.

 

Peregrina, entre hilos de seda.

La imagen: The wedding gift, pintura al óleo de Les Ray

Neblina y vapor

Comentarios desactivados en Neblina y vapor

La mañana no se iluminó del todo. Un sutil color grisáceo en el pedacito de cielo que aparecía por la ventana, le daba ese toque de somnolencia, de deseo de volver al retiro de los pensamientos que se encierran en la inconsciencia de los sueños.

Lentamente se estiró y sintió que su mente se llenaba al evocar su nombre, un nombre impronunciable, un nombre que sanaba los dolores de la fría soledad del cuerpo, clavándose en un rincón muy discreto, cálido y secretamente recogido de su corazón.

Era un nombre que no se gritaba al viento; sin embargo, llegaba con cada soplo y aparecía en tantos reflejos de la cotidianidad, se saboreaba en el delicado sorbo de té que despertaba sus sentidos al amanecer.

La memoria es un tejido de sensaciones que se manifiestan en el devenir de imágenes, situaciones que se confabulan para hacer estallar cápsulas de recuerdos.

Mientras su mente vagaba entre el vapor, las pantuflas se salpicaban con una que otra gota saltarina, escapada de la cortina que protegía la ducha, el espejo se empañaba y el aroma de té verde del jabón perfumaba su piel y el ambiente que poco a poco se hacía más denso.

El tintineo del teléfono dio fin al placer del agua corriente.

Tomando una de las toallas que había preparado al lado de la bañera, intentó alcanzar una de las pantuflas con la punta del pie, suavemente húmedo.

El teléfono volvió a sonar…

A pesar de la densidad de la neblina, el avión aterrizó antes de lo previsto. El aeropuerto lucía diferente cada vez que lo visitaba. Esta vez, posiblemente por el mal tiempo, había poca gente en los corredores que, además, habían sido ampliados en la última remodelación, por lo que fueron pocos minutos los que tardó en llegar a la sala para tomar el equipaje y pasar el centro de control de pasaportes. Estaba a unos minutos de volver a verla. Su mirada se perdía en otro tiempo, un tiempo de primavera, de besos y risas en medio de un paraíso entre cuatro paredes. Salió de prisa, tomó el móvil y marcó el número. Sus pasos eran rápidos. Las puertas automáticas se abrieron dejando ante su vista una densa neblina que hacía difícil vislumbrar el camino.

El tono del teléfono anunciaba el timbre al otro lado…

Sus pies resbalaron al intentar calzar la segunda pantufla…

Caminando distraído en sus pensamientos que evocaban la voz que respondería en breve, apenas sintió el golpe que lo hizo caer…

La cabellera, larga y mojada, se extendió sobre el mármol que comenzó a teñirse de rojo… Una vez más el timbre…

Su cabeza dio contra el pavimento y soltó el teléfono que dio un último aviso antes de caer y romperse.

La fatalidad del golpe en dos momentos inesperados…

Los labios no se volvieron a besar en este mundo, nunca más

La imagen es  una pintura al oleo de Pierre-Auguste Renoir, se titula «Lemons and Tea Cup»

Peregrina.

 

 

Las pinturas rupestres de Altamira

Comentarios desactivados en Las pinturas rupestres de Altamira

Descubiertas por María Sanz de Sautuola y Escalante, una niña de ocho años de edad en 1879 mientras acompañaba a su padre que hacía estudios del lugar, fueron muy probablemente pintadas por mujeres del paleolítico, según lo expresa el Dr. Dean Snow,  Profesor Emérito de Antropología quien ha analizado las huellas de manos encontradas en ocho cuevas de Francia y España concluyendo que el 75% de las manos ¡son femeninas! El Dr. Snow basó su estudio en el trabajo del biólogo británico John Manning, que reveló que la longitud relativa de los dedos de las manos es diferente en hombres y mujeres: las homínidas solemos tener los dedos anular e índice de aproximadamente la misma longitud, mientras que el anular de los hombres suele ser más largo.

José Antonio Lasheras, director del Museo de Altamira, destaca la actualidad que tiene que ver con que a veces se atribuye al pasado características sesgadas, de género en este caso en particular, relacionado con las manos femeninas en las pinturas rupestres, por lo que no hay motivos para dudar que las mujeres paleolíticas pudieran haber sido artistas, cazadoras, líderes, mono o polígamas, madres por supuesto, y también cocineras y recolectoras de granos; simplemente mujeres como las que hoy en día se desenvuelven en todos los ámbitos de las sociedades modernas.

Maya Angelou (escritora, cantante y activista por los derechos civiles) dijo que «no hay peor agonía que llevar con nosotros una historia que no ha sido contada» y  Virginia Satir (trabajadora social y psicoterapeuta) expresó que «no podemos dejar que las percepciones limitadas de los demás terminen definiéndonos«.

«Si se quiere viajar lejos, no hay mejor nave que un libro» eso lo escribió  Emily Dickinson. ¿Quién puede negar que otra mujer, miles de años atrás, compartiera el pensamiento de la poeta norteamericana y lo manifestara con sus dibujos en las rocas de lo que era su hogar?

«Me pinto a mí misma porque soy a quien mejor conozco«, por eso Frida Kahlo nos deja ver su vida a través de sus autorretratos, así como las mujeres que dejaron su huella en esas cavernas nos dejaron conocer su forma de vida. Después de todo, Audrey Hepburn dijo que «vivir es como avanzar por un museo: es luego cuando empiezas a entender lo que has visto» y Murasaki Shikibu, autora de la primera novela japonesa, allá por el Siglo XI escribió: «en la oscuridad, las cosas que nos rodean no parecen más reales que los sueños«. Después de todo, ya Sarah Bernhardt expresó hace mucho tiempo que «la interpretación es interna, pero debe ser externada«

Peregrinando entre cavernas y frases femeninas.

Sortilegios

Comentarios desactivados en Sortilegios

Se puede pintar un poema y entonar una canción nunca antes cantada.  Entre colores, las imágenes como notas y las notas como palabras -entre sombras y luces, van pronunciando conjuros,  huellas imperceptibles que a través del tiempo son vislumbradas ocasionalmente por aquellos espíritus que buscan la salida del hechizo en el que viven.

Para escapar del encantamiento, se deben emplear todos los sentidos para poder alcanzar el máximo placer; concentrar toda la atención en cada sensación, para poder deleitar al alma hasta el punto de perderse en un éxtasis exquisito. Es entonces que los hilos invisibles del sortilegio empiezan a desenredarse, ya que el gozo ilumina el presente sin dejar más espacio para evocar nostalgias.

Hay tantas almas perdidas en el espejismo del amor… Peregrinando.

Oleo del pintor chino Hu-Jundi «Story of a girl and a crane». La belleza del clásico trazo de la acuarela china, con un estilo impresionista de sutil transparencia. Historias contadas con colores, luces y sombras.

La consciencia en equilibrio

Comentarios desactivados en La consciencia en equilibrio

Consciencia Social, debilitada y casi inexistente en nuestros días.  

Observo lo que sucede a mi alrededor y me pongo a pensar que tal vez sea que, cuando las palabras no forman parte de nuestro día a día, entonces podemos estar evitando también su significado. Si las palabras existen es porque, en algún momento, fueron necesitadas para expresar lo que se sentía, lo que se quería transmitir. Si no se usan más… ¿Será que ya no se está transmitiendo más su significado? Por lo pronto, consciencia-social es un par de palabras cuya esencia está en peligro de extinción.

Grande es mi curiosidad cuando escucho palabras extrañas y la necesidad de entenderlas es grande también. Cuando escuché Sofrología, su sonido me movió algo interno que me hizo ir a conocerla y me encontré con una esencia que no esperaba: la consciencia en equilibrio.


El sofrosine sería la puerta para conquistar la prudencia y la sabiduría, que, a su vez, nos llevará a un estado de calma y serenidad espiritual. Para llegar al sofrosine, la vía más adecuada es la palabra, el “terpnos-logos” que consiste en un hablar persuasivo, razonado y acogedor.

Hay una mezcolanza de todo, en donde todo existe pero nada se practica. Areté es la «excelencia» o prominencia en el cultivo de la elocuencia; la raíz etimológica del término es la misma que la de αριστος (aristós,’mejor’), que designa el cumplimiento acabado del propósito o función.

Es un concepto vago que implica un conjunto de cualidades cívicas, morales e intelectuales. Eso dice Carlos Schrader, cuando explica «areté». El fin de la enseñanza era lograr la areté, que significa capacitación para pensar, para hablar y para obrar con éxito. La excelencia política y ciudadana de los griegos consistía en el cultivo de tres virtudes específicas: andreía (valentía), sofrosine (moderación o equilibrio) y dicaiosine (justicia): estas virtudes formaban un ciudadano relevante, útil y perfecto. A estas virtudes añadió luego Platón una cuarta, la Prudencia, con lo que dio lugar a las llamadas Virtudes Cardinales: la prudencia, la fortaleza y la templanza se corresponderían con las tres partes del alma, y la armonía entre ellas engendraría la cuarta, la justicia. En cierto modo, la areté griega sería equivalente a la virtus, dignidad, honor u hombría de bien romana.

Eudemonía (en griego, εὐδαιμονία, eudaimonia) o plenitud de ser es una palabra griega clásica traducida comúnmente como “felicidad”. Aristóteles lo entendió como ejercicio virtuoso de lo específicamente humano, es decir, la razón. El uso popular del término se refiere a un estado de la mente y alma, relacionado con la alegría o al placer.

Peregrina, entre palabras olvidadas

The Crystal ball, pintura de John William Waterhouse

Escríbeme un cuento

Comentarios desactivados en Escríbeme un cuento

Escríbeme un cuento, le decía.

Escríbeme un cuento que describa el secreto de tus sentimientos.

A veces, sus palabras caían en un extraño vacío de tiempo en el que quedaban suspendidas… atrapadas en el tintero. Pero otras veces, sus plegarias eran escuchadas y, mientras la luz oliva y fuego de sus ojos recorría las huellas de tinta dejadas sobre el papel rugoso, su imaginación trazaba siluetas  que se transformaban en imágenes dentro de su mente. 

lectora

Imágenes que danzaban siguiendo la cadencia de las palabras mientras los  párrafos, en movimientos lentos que se iban esfumando en su memoria, susurraban suavemente melodías que se transformaban en silencios que su cuerpo trataba de recuperar, como si fuera posible quedarse con cada punto, con cada coma… atrapar cada instante, suspendido como los puntos que dejan abierta una idea, incompleto un

pensamiento

 (Abría paréntesis que no se cerraban jamás…

Cada palabra escrita iba tomando un espacio especial, creando sensaciones que la hacían escapar del encierro en el que la fortuna de su estrella la había colocado y corrían hasta poder vivir esas fantasías pensadas para ella, por lo que ella significaba, o lo que ella creía ser dentro de la fantasía de quien, al leer esa petición, besaba con los pensamientos, el recuerdo que se plasmaba en alegóricas historias, siempre anónimas, siempre distantes, siempre imaginarias.

Realidades nacidas de silenciosos deseos frustrados.
Peregrina

 

>>Pintura de Lord Frederic Leighton, «Estudiando frente a un atril»,  Inglaterra 1877<<

Desatando sueños trenzados

Comentarios desactivados en Desatando sueños trenzados

lady-lilith-gabriel-rossettiA nadie muestro la verdad que se enreda en mis cabellos; antes bien la trenzo y delicadamente la trenzo y la escondo entre los lazos que atan los rizos deseosos de sortear mi espalda, cayendo por sobre mis hombros.

Cuando la noche llega, los deseos empiezan a desenredarse, escapando despreocupadamente entre los lazos que los tuvieron atados durante el día, es entonces que,  cada uno de los rizos, empieza a soltar los pensamientos, los deseos, esos anhelos y evocaciones que estaban cautivas…

Mis manos acarician mechones de pelo, poco a poco, suavemente, como si fueran hilos de seda que mis dedos van devanando. ¿Cuántos misterios, cuántos secretos se esconden entre mis cabellos?

La belleza de cada mechón que cae sobre mis hombros y enmarca la delicada curva de mis senos, es la silenciosa manifestación de mis deseos… Caricias, delicados roces de la punta de su lengua… Evoco su calidez, la dulzura de su cercano aliento que se esconde entre la nuca y un ensortijado mechón que se niega a ser atado en cualquier trenza.

Peregrina.

>>Lady Lilith, pintura de Dante Gabriel Rossetti, 1866<<

Belleza, el arte del tiempo en movimiento

Comentarios desactivados en Belleza, el arte del tiempo en movimiento

belleza-tagliafierroLa belleza es fugaz. Encanta e inspira. Crea y nos recreamos al conteplarla. Desde siempre ha existido el deseo de poseerla, de inmortalizarla, de detener e tiempo que pudiese cambiarla. Creo que eso es lo que deseaban hacer tantos pintores al plasmar lo que les gustaba en lienzos que han permanecido inmóviles por tantos años… siglos.

Entonces llega Rino Stefano Tagliafierro, un Milanés, freelancer de la industria del video para lograr la transformación de inmovilidad de los detalles de la belleza sorprendiéndonos con el sutil movimiento de la vida misma.

Cinco meses de trabajo en los que, cuidando meticulosamente el no exagerar los movimientos para no perder la sutilieza de la belleza de sentimientos que deseaba transmitir. Durante este tiempo, procesó individualmente cada obra con retoques utiizando el programa Photoshop, después utilizó la técnica «digital cut out» que consiste en cortar partes de la obra y dibujarlas a través de un largo y meticuloso proceso de “restauración”. Finalmente, le dio moviiento a la imagen usando las animaciones y gráficas del programa After Effects.

Hay historias detrás de cada obra y uniéndolas nos da una idea de la fugacidad y la brevedad de la existencia. Desde la sonrisa de un niño pasando por los silenciosos suspiros del éxtasis erótico hasta el dolor y la muerte.  Sombras y luz maravillosamente digitalizadas.

La obra favorita de Stefano: El Nacimiento de Venus, William-Adolphe Bouguereau. La gran ausente: La incredulidad de Santo Tomas, de Caravaggio. El gran orgullo italiano: El Juicio Final y El Rapto de Prosepina, ambas de Miguel Ángel. Y… si él no hubiese sido Rino Stefano Tagliafierro, le habría gustado ser Yoshimoto Nara. Curiosidades del artista.

Peregrinando en el arte… En orden de aparición:
Asher Brown Durand – The Catskill Valley‬
Thomas Hill – Emerald Bay, Lake Tahoe
Albert Bierstadt – Among the Sierra Nevada Mountains
Ivan Shishkin – Forest edge
James Sant – Frau und Tochter‬
William Adolphe Bouguereau – L’Innocence
William Adolphe Bouguereau – Song of the Angels
Ivan Shishkin – Bach im Birkenwald
William Adolphe Bouguereau – Le Baiser
William Adolphe Bouguereau – Nature’s Fan- Girl with a Child
William Adolphe Bouguereau – The Motherland
Ivan Shishkin – Morning in a Pine Forest
William Adolphe Bouguereau – The Nut Gatherers
William Adolphe Bouguereau – Two Sisters
William Adolphe Bouguereau – Not too Much to Carry
Thomas Cole – The Course of Empire: Desolation
Martinus Rørbye – Entrance to an Inn in the Praestegarden at Hillested
William Adolphe Bouguereau – Sewing
William Adolphe Bouguereau – The Difficult Lesson
William Adolphe Bouguereau – The Curtsey
William Adolphe Bouguereau – Little Girl with a Bouquet
Claude Lorrain – Pastoral Landscape
William Adolphe Bouguereau – Cupidon
William Adolphe Bouguereau – Admiration
William Adolphe Bouguereau – A Young Girl Defending Herself Against Eros
William Adolphe Bouguereau – Dawn
William Adolphe Bouguereau – L’Amour et Psych
William Adolphe Bouguereau – Spring Breeze
William Adolphe Bouguereau – The Invation
William Adolphe Bouguereau – Nymphs and Satyr
William Adolphe Bouguereau – The Youth of Bacchus
William Adolphe Bouguereau – The Birth of Venus
William Adolphe Bouguereau – The Nymphaeum
Gioacchino Pagliei – Le Naiadi
Luis Ricardo Falero – Faust’s Dream
Luis Ricardo Falero – Reclining Nude
Jules Joseph Lefebvre – La Cigale
John William Godward – Tarot of Delphi
Jan van Huysum – Bouquet of Flowers in an Urn
Adrien Henri Tanoux – Salammbo
Guillaume Seignac – Reclining Nude
Tiziano – Venere di Urbino
Louis Jean François Lagrenée – Amor and Psyche
Correggio – Giove e Io
François Gérard – Psyché et l’Amour
John William Godward – Contemplatio
John William Godward – Far Away Thought
John William Godward – An Auburn Beauty
William Adolphe Bouguereau – Flora And Zephy
Louis Jean François Lagrenée – Amor and Psyche
Fritz Zuber-Bühle – A Reclining Beauty
Paul Peel – The Rest
Guillaume Seignac – L’Abandon
Victor Karlovich Shtemberg – Nu à la peau de bete
Pierre Auguste Cot – Portrait Of Young Woman
Ivan Shishkin – Mast Tree Grove
Ivan Shishkin – Rain in an oak forest
William Adolphe Bouguereau – Biblis
William Adolphe Bouguereau – Elegy
Marcus Stone – Loves Daydream End
William Adolphe Bouguereau – Head Of A Young Girl
Hugues Merle – Mary Magdalene in the Cave
Andrea Vaccaro – Sant’Agata
Jacques-Luois David – Accademia (o Patroclo)
Michelangelo Merisi da Caravaggio – San Giovanni Battista
Roberto Ferri – In Nomine Deus
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Cristo alla colonna
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Incoronazione di spine
Paul Delaroche – L’Exécution de lady Jane Grey en la tour de Londres, l’an 1554
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Decollazione di San Giovanni Battista
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Sacrificio di Isacco
Guido Reni – Davide e Golia
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Giuditta e Oloferne
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Davide e Golia
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Salomè con la testa del Battista
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Davide con la testa di Golia
Jakub Schikaneder – All Soul’s Day
Michelangelo Merisi da Caravaggio – San Gerolamo scrivente
Guido Reni – San Gerolamo
Pieter Claesz – Vanitas
Gabriel von Max – The Ecstatic Virgin Anna Katharina Emmerich
William Adolphe Bouguereau – Portrait of Miss Elizabeth Gardner
Jan Lievens – A young girl
Johannes Vermeer – Portrait of a Young Girl
Luis Ricardo Falero – Moonlit Beauties
Joseph Rebell – Burrasca al chiaro di luna nel golfo di Napoli
Luis Ricardo Falero – Witches going to their Sabbath
William Adolphe Bouguereau – Dante And Virgil In Hell
Théodore Géricault – Cheval arabe gris-blanc
Peter Paul Rubens – Satiro
Felice Boselli – Skinned Head of a Young Bull
Gabriel Cornelius von Max – Monkeys as Judges of Art
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Medusa
Luca Giordano – San Michele
Théodore Géricault – Study of Feet and Hands
Peter Paul Rubens – Saturn Devouring His Son
Ilya Repin – Ivan il Terribile e suo figlio Ivan
Franz von Stuck – Lucifero Moderno
Gustave Doré – Enigma
Arnold Böcklin – Die Toteninsel (III)
Sophie Gengembre Anderson – Elaine
John Everett Millais – Ophelia
Paul Delaroche – Jeune Martyre
Herbert Draper – The Lament for Icarus
Martin Johnson Heade – Twilight on the St. Johns River
Gabriel Cornelius von Max – Der Anatom
Enrique Simonet – Anatomía del corazón
Thomas Eakins – Portrait of Dr. Samuel D. Gross (The Gross Clinic)
Rembrandt – Lezione di anatomia del dottor Tulp
Peter Paul Rubens – Die Beweinung Christi
Paul Hippolyte Delaroche – Die Frau des Künstlers Louise Vernet auf ihrem Totenbett
Elizabeth Jane Gardner Bouguereau – Too Imprudent
William-Adolphe Bouguereau – The Prayer
Michelangelo Merisi da Caravaggio – Amorino dormiente
Augustin Théodule Ribot – St. Vincent (of Saragossa)
Caspar David Friedrich – Abtei im eichwald

Señora de la Luna

Comentarios desactivados en Señora de la Luna

Maravillosa señora de la Luna,


Tú que das la bienvenida al anochecer con besos plateados;


Señora de la noche y de todas las magias,


Quien recorre las nubes en cielos ennegrecidos,


Y vierte luz sobre la fría tierra,


Oh Diosa lunar, la creciente,


Quien hace y deshace sombras;


Reveladora de misterios pasados y presentes:


Quien atrae los mares y gobierna las mujeres


Madre lunar infinitamente sabia,


Doy la bienvenida a tu joya celeste


En el creciente de tus poderes


Con un rito en tu honor


Rezo por la Luna…

Peregrina

De Daniela Ovtcharov, pintora búlgara «La chica del vestido azul»