Sabiduría es amar mucho

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Sabiduría es la palabra con la que se hace referencia a la posesión de profundos conocimientos sobre determinadas materias. Se aplica también a la capacidad de pensar o juzgar con prudencia y equidad y es sinónimo de noticia o conocimiento. En torno a la palabra sabiduría se mueven conceptos como erudición, penetración, intuición, ciencia, ilustración, cultura, instrucción o pericia. Desde un punto de vista teológico la sabiduría se refiere al discernimiento en las cosas de orden sobrenatural.


sabiduriaHay un saber que es conocer una ciencia o arte, tener noticias de algo o de alguien o tener conocimientos o habilidad para hacer alguna cosa. Pero también hay un saber que es tener un determinado sabor.

Tratemos de acercarnos a ella y acariciar sus diferentes semblantes con los dedos de la ternura poética. Desde las diferentes caras de la sabiduría podemos encarar los acontecimientos que la vida nos presenta con otra mirada. Mirar lo que sucede con los ojos de la sabiduría es vaciar nuestra mirada de contenidos, de prejuicios, de temores, de rencores, de ansiedad o de culpa. Mirar lo que sucede con los ojos de la sabiduría es llenar nuestra mirada de sencillez, transparencia, asombro, alegría, inocencia y paz.

La sabiduría es como un camino que nos adentra en el corazón de las cosas. Por eso los pasos han de partir desde el propio corazón. Es preciso enamorarse de este camino, recorrerlo una y otra vez, porque a cada paso, en cada recodo que se descubre, cada nuevo paisaje que se va avistando nos adentra en el reconocimiento de uno mismo y del mundo. La sabiduría es el hilo que nos enhebra a la Vida en un mismo pespunte y permite el bordado de nuestra vida sencilla de cada día en un tejido sin costuras.

No hay arte que supere a los modos creativos de conducir la propia existencia. Las cosas de todos los días, la vida sencilla y cotidiana está llamada a ser nuestro mejor lienzo, nuestra mejor sinfonía, nuestro mejor poema. Vano es el conocimiento que no remedia ningún sufrimiento o que no propicia alegría alguna.

Decíamos también que hay un saber que es tener un determinado sabor. La sabiduría nos permite saber a qué saben un amanecer o una puesta de sol, un saludo, una mirada, una sonrisa, un gesto de entrega, una caricia, las palabras o el silencio. La sabiduría nos permite saborear los matices de cada decisión, de cada encuentro, de cada estación del año, de cada paso que damos, de cada respiración, de cada cosa que comemos, escuchamos, leemos o vivimos. Decía Ignacio de Loyola que “No el mucho saber harta y satisface al ánima, sino el sentir y gustar las cosas internamente”.

El erudito sabe. El sabio sabe lo que sabe y sabe a qué sabe lo que sabe.

Saber es mucho más que conocer.

Sabiduría es amar mucho. Cuando uno comparte lo que sabe, es decir, lo que uno ama, no lo debilita ni lo hace disminuir. El saber que brota y es fuente de amor se expande más cuanto más se comparte y se afianza cuanto más se extiende. Es el amor el saber más auténtico, la más divina de las sabidurías. La Sabiduría lo vuelve todo mágico.

La magia verdadera no es un truco de ilusionismo sino un estado de conciencia, un modo de ver, acercarse, tocar y transformarlo todo que hace titilar las pupilas de un niño. Los niños saben muy pocas cosas pero su alma está recubierta con los visillos de la Sabiduría.

El sabio sabe, en realidad, muy poco: sabe ver cuando mira y oír cuando escucha. Por eso está abierto y disponible para aprenderlo todo de nuevo. El sabio no necesita hablar para compartir lo que sabe: todo él es una revelación permanente de un saber de otra manera. El sabio no añade más palabras o ideas sino silencio entre las palabras y las ideas para que así el conocer se transforme en amar. El sabio es la forma material y limitada en la que se encarna una Sabiduría ilimitada. Todos los corazones sabios tienden a unirse formando un único territorio en el que los latidos se multiplican, como uno solo, para que también puedan oírlo las estrellas.

Peregrinando en la Sabiduría de vivir, de José Toro Alés.
Fotografía de Gregory Colbert.

Luna Azul, tan mágica como tú quieras

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luna azulLa Luna, tan cíclica, tan precisa… tan femenina… tan bruja. Sin descanso va y viene, crece y decrece en su gracioso hacer el amor con el Sol cada 28 días. Pero, caprichosa como todo lo femenino, deja que ciertas variaciones del calendario algunas veces se da que durante un mismo año se pueden llegar a tener 13 lunas llenas en vez de 12.

Las Brujas y la Luna. Dicen que la Luna está llena durante tres días seguidos: la Luna llena Ninfa brilla en la noche antes de alcanzar todo su esplendor; la Luna llena Reina es la Luna llena propiamente dicha ; y la Luna llena Bruja ilumina la noche siguiente. Durante estas tres noches hemos de honrar la belleza y el poder de la Luna.

La Luna Azul se produce cuando la Luna dentro de su ciclo de 28 días aparece dos veces dentro del mismo mes del calendario, debido a la duración de 31 días de dicho mes. Este por consiguiente es un fenómeno fuera de lo común que ocurre sólo una vez cada pocos años. De ahí la frase, «una vez en una luna azul». La nombran Azul porque, cuando hizo erupción el volcán Karakatoa, la segunda Luna Llena de ese mes iluminaba la noche y las cenizas del volcán le dieron ese tono azulado, desde entonces tomó su nombre de Luna Azul.

Hay quienes dicen que las lunas azules son buenas para la adición de energía a esos objetivos deseados, son especiales para adquirir mayor conciencia espiritual, y para ajustar nuestras prácticas de adivinación. Otros están convencidos de que la energía de la Luna Azul se presta muy bien para el establecimiento de objetivos e intenciones.

Yo, creo que la Luna Azul es tan mágica como cada uno crea. Para algunos puede tener la doble carga de la Luna Llena, hay para quienes es tan mística como una oración, o quienes esperan el tiempo con tal devoción que conjuran en esta noche los hechizos más especiales. Para algunos, una Luna Azul es una Luna de objetivos.

La magia de una Luna Azul está en el corazón de cada quien. Cada uno de nosotros sabe qué tan azul es su vida, qué tan azules son sus noches y qué tan azules son sus lunas.

Las mías, siempre muy azules, siempre muy hechizadas.