Me deleito con los cinco sentidos, la simple evocación de su esencia me hace sonreír y provoca en mi boca movimientos delicados de mi lengua que lo paladea con la imaginación. ¡Qué delicia despertar poco a poco con el olfato!, mis ojos están aún cerrados y mis oídos comienzan a dejar entrar de manera consciente los sonidos que la mañana tiene para mí. Estirarme suavemente, acariciada por el tibio abrazo de las sábanas que me envuelven y respirar profundamente para disfrutar del aroma que me ha despertado. Estirar mis brazos…
Ya sea en la cama, sentada a la mesa o de pie, como acostumbran los italianos, los momentos que dedico a este placer han llegado a ser momentos de disfrute sublime… otros, a pesar de que se dan entre las prisas que preceden a las rutinas matutinas, me regalan siempre el deleite de saborearlo, sentirlo, olerlo.
Desde su nacimiento hasta el momento en que llega a nuestros paladares, el café es un regalo que nos da la naturaleza, una joya que adorna los cerros y valles donde se cultiva, alegrando la vista con su multiplicidad de colores. Quienes trabajan en las fincas de café, dejan algo de sí mismos en cada baya que pizcan bajo el sol mientras recorren los cafetales. Días de espera tienen que pasar hasta que la carne de la baya es separada de la semilla que es cribada, pero la criba no es suficiente: cada saco de granos de café verde fue llenado con granos seleccionados a mano… ojos que los miraron y les dieron su aprobación, separándoles de aquellos que no eran adecuados para llegar al final del ciclo.
Cuando un molino compra los sacos de café verde, se transforma en un taller artesanal ya que tostar el café es un arte. No importa que tan bueno sea el café, que tanto se hayan dedicado los campesinos en cuidar las plantas, ni los pizcadores en cribar los granos: si el proceso de tueste no es el correcto, será imposible degustar la bondad del café en plenitud.
Durante este proceso se puede observar como lentamente el grano va aumentando su tamaño mientras su color va tomando tonos caramelo hasta volverse marrón oscuro, brillante. El tostado canela es pálido ácido y con un alto contenido de cafeína. Girando, girando, el calor lo torna tostado medio enriqueciendo su sabor, dejando salir los aceites que liberan el aroma y le dan cuerpo y textura mientras la cantidad de cafeína disminuye. Más tiempo en contacto con el calor, más de 180° C… su tono se oscurece, adquiere las características que le dan la categoría de gourmet: el café ocre oscuro tan amado por los italianos o el tostado francés, el máximo del tueste, de una textura grasienta y de color muy oscuro.
Y después … la mezcla y el molido al momento, justo antes de prepararlo… los granos sueltan todo su aroma y cambian totalmente el ambiente que inundan, preparando al gusto que espera sentir el sabor. Molido normal, fino o finísimo, dependiendo del tipo de cafetera que será usada para prepararlo.
Nuestros antepasados gustaban de masticar los granos (por cierto, que delicioso es masticar un grano de café flotando en el licor de anis) hasta que los árabes en los tiempos medievales lo utilizaron como una infusión. La primera cafetería fue abierta por los turcos en Constantinopla en 1554 pero no fue hasta finales del siglo XVIII cuando llegó a conquistar Europa.
El café espresso o expreso es sin duda el tipo de café que más se asocia con Italia. La singular máquina fue patentada en Londres en 1822. Esta máquina aumenta la presión del vapor, lo que acelera la preparación, da un sabor con más cuerpo, más aroma y le da una apariencia cremosa y aterciopelada. Pero en casa italiana no falta la “Moka Express” inventada por Alfonso Bialetti en 1933, nombre internacional relacionado con la preparación de café en una jarrita octagonal con estilo Art Déco.
En Turquía, Grecia y otros países del Medio Oriente y los Balcanes, el llamado café turco se prepara en cafeteras de bronce y cobre, una vez que el agua hierve se le agrega el café finamente molido, se bate hasta que forma una espuma repitiendo por 3 veces hasta que adquiere su característico cuerpo espeso.
Y por último el café americano… ligero, claro, con sabor y aroma suave y sin cuerpo… como un amante apresurado.
Para empezar el día, una mañana negra y amarga… aromatizada, sensualmente cálida.
Un beso con sabor de café,
Peregrina.