Razones que la razón ignora
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¿Cuántas veces escuchamos la voz de la intuición?
En el envolvente revuelo del mundo en que vivimos, los espacios de silencio son cada vez más estrechos. Por más que uno se esfuerce, pareciera que siempre hay un susurro que se escapa, buscando tocar la membrana del recuerdo. Sólo el corazón más atento logra escuchar la profundidad del silencio y ahí, en el rincón más sombrío y solitario de su aposento, se desvanece para encontrar el eco del silencio verdadero y engarzar respuestas.
Únicamente en ese espacio, se pueden conectar la intuición y el pensamiento. En ese estrecho canal, se funden la razón y el amor; es entonces que la verdad logra sonreír, a pesar de lo que pudiera plantear el vórtice imparable de los días y de las noches del imperturbable ciclo de la vida.
Blais Pascal (1623-1662) nos presenta un peculiar análisis de algunas paradojas filosóficas: el infinito y la nada, la fe y la razón, el alma y la materia, la vida y la muerte, el significado y la superficialidad, que no lleva a conclusiones definitivas aparte de la humildad, la ignorancia y la gracia. Toda religión es falsa si, en cuanto a su fe, no adora a un solo Dios como el origen de todas las cosas, y, en cuanto a su moralidad, no adora a un solo Dios como la meta de todas las cosas. El corazón tiene razones que la razón ignora. El demonio está sobre la lengua del que murmura. Para quienes no ansían sino ver, hay luz bastante; mas para quienes tienen opuesta disposición, siempre hay bastante oscuridad. Si no actúas como piensas, vas a terminar pensando como actúas. Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo. Vale más saber alguna cosa de todo, que saberlo todo de una sola cosa. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? Cuando no se ama demasiado no se ama lo suficiente. Sólo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen. La felicidad es un artículo maravilloso: cuanto más se da, más le queda a uno. Estando siempre dispuestos a ser felices, es inevitable no serlo alguna vez. El hombre está dispuesto siempre a negar todo aquello que no comprende.