La última flor de una orquídea

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¿Cuántos giros puede dar el corazón al escuchar una canción que evoca un beso? ¿Cuántos recuerdos pueden escaparse a través de un suspiro?
Pues la cuenta es infinita cuando cada sonrisa se mezcla con la chispa de complicidad de las miradas.

La cuenta es infinita cuando el tacto acompaña los suspiros y cuando el sabor se sigue gustando con el alma.

La cuenta no termina porque la piel canta al sentir la proximidad de los dedos que se acercan a tocarla, entonando una melodía que solo se escucha en el palpitar de la piel.

Es envolvente y revolvente, porque cada caricia es obsequiada con la dulce expectativa de recibir a cambio el mismo regalo.

La cuenta es infinita, porque así como la vida fluye a través del universo en tantas formas diferentes, el amor fluye más allá del tiempo y del espacio presente.

Es una cuenta imposible de hacer; nadie la puede completar. No es necesario, basta sentirlo porque el amor es infinito, aunque el tiempo siempre marca un final… así como la orquídea pierde todas sus flores. Pero el amor es infinito porque se alimenta de esperanzas, así como la orquídea tiene la esperanza de volver a florecer siguiendo el ciclo perfecto de la naturaleza, porque el amor es el que marca los tiempos de cada ciclo, infinitamente …

Nunca sola en este caminar,
Peregrina.