música universal, universo de música

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El silencio absoluto no existe, aún en el rincón más apartado de este mundo, de día, de noche, en invierno o en verano, dormidos o despiertos, siempre existirán sonidos a nuestro alrededor. El oído humano no está preparado para escuchar todas las frecuencias con las que suena el infinito, sin embargo, los sonidos que, por así decirlo, fueron hechos para nosotros los humanos, son tan variados que podríamos pasarnos días enteros pendientes para identificar los ritmos que se generan de ellos.

Todos nacemos bajo la influencia de algún ritmo, desde el latido del corazón de nuestra madre, los sonidos del ambiente en el que ella se desenvolvía y que nos llegaban delicadamente atenuados por el líquido en el que flotábamos… las voces de esa canción de cuna… todo nos va haciendo a su ritmo y nos modela en su cultura, la cultura de la música del universo que nos modela.

En una entrevista que Víctor – M. Amela le hace al músico Néstor Eidler encontré la razón de esta idea que siempre he tenido sobre la música y sus ritmos.

Todo el universo suena, cada uno de nosotros tenemos un sonido, eso que nos hace únicos e irrepetibles. Somos notas de una infinita melodía universal un enjambre de vibraciones creadas por la resonancia del viento solar en la ionosfera de los planetas, lo que Pitágoras llamó la música de las esferas. Sí, cada persona tiene un sonido, un ritmo propio que va marcando a lo largo de su vida, no sólo con los latidos del corazón sino con la fluidez de la vida misma en el el cuerpo, el alma que danza al ritmo de la energía, su propia música. … En la entrevista se lee:«¿En qué parte de mi cuerpo está el alma? Descartes dijo que en la glándula pineal, que hoy sabemos que está conectada con la punta de los pies, con el dedo gordo de los pies: ¡el alma está en el dedo gordo!» & & ¡Claro! ¡Ahora entiendo por qué me encanta la danza!

Nuestra alma está conectada a esas frecuencias y todas nuestras sensaciones y emociones se dan en consecuencia. Somos notas de una melodía infinita, la sinfonía del universo que no deja de tocar nuestros mas variados acordes acomodándolos en la partitura de la creación.

Aquí la entrevista original publicada en La Contra.Las ilustrciones las he tomado del sitio de  Catherina Romanelli

Buscando nuevos acordes, sin desentonar con la melodía que me rodea,
Peregrina.

Virgen de la Macarena

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Tengo un recuerdo vago, así como entre sueños, me llega la voz de mi padre y yo, aun muy niña, que pronunciaba su nombre La Virgen de la Macarena. Hoy, buscando entre las tradiciones de Semana Santa, encontré que La Macarena es una Dolorosa muy especial, una Dolorosa transformada por la devoción de un pueblo.

Este fragmento está tomado del libro Como llora Sevilla escrito por Ramón Cue, Sacerdote Jesuita nacido en Puebla y enamorado de Sevilla y sus vírgenes, como se nota en la belleza de este fragmento dedicado a la virgen de la Macarena.

 

¿Quién hizo la Macarena? ¿Qué artista la talló? Ninguno.

A la Macarena no la hizo ningún hombre. La hizo Sevilla. Y fue así.

La Virgen lloraba inconsolable la Pasión de Jesucristo. Las lágrimas no se daban vez a salir de sus ojos cuajados. Y ella estaba así, con su pañuelo blanco en sus manos, y en su boca entreabierta llorando, llorando…

Era la Virgen de lo Dolores. La que llora en todas las iglesias del mundo.
Y Sevilla la vió, y le dolió el alma, y se le saltaron las lágrimas, y la quiso consolar.

Se acercó a ella, la miró, y viéndola llorar tan bonita, por consolarla le echó un piropo; un piropo con lágrimas:

-¡Ole, las mujeres bonitas!

Y la Virgen ,al oírlo, levantó los ojos y sonrió. Y, ¡apareció la Macarena!

Lloraba y reía al mismo tiempo. Su rostro era un joyero de lágrimas y sobre ellas la flor impalpable de una sonrisa.

Seguía con su pañuelito blanco de encajes en sus manos, seguía con el nudo en la garganta, seguía con la boquita abierta en donde quedó quebrado un suspiro…pero ¡Quedó con la sonrisa inefable en su cara de niña dolorida!

Ya no era la Virgen de los Dolores. Era otra cosa completamente distinta. Única en el mundo. ¡Era la Macarena!

La única Virgen que llora y que ríe al mismo tiempo. La que llora por su hijo, y la que sonríe por el piropo amoroso de Sevilla.

Y yo no sé qué tiene ese triángulo maravilloso de sus tres lágrimas sobre su mejilla izquierda. Esa constelación de estrellas en el cielo de su cara. Esas tres lágrimas de dolor en que brilla la luz de la sonrisa. Ahí, en ese triángulo quedan cautivos todos los ojos y todos los corazones.

¡Qué bonita está la Macarena cuando llora!
¡Qué dolorida está la Macarena cuando ríe!…

Y este es el motivo de su atracción.
¿Por qué es más bonita, porque llora o porque ríe?

Porque llora y ríe al mismo tiempo.

En todas las otras Vírgenes de Sevilla predomina el dolor. Esta es única.

La Macarena es una síntesis maravillosa de los dos estados mas esenciales y elementales del alma humana. El dolor y el gozo. Estas son las dos coordenadas en que se mueve nuestra vida.

Y la Macarena se encuentra en el centro de intersección de las dos.

Participa al mismo tiempo de ambas. Y por esto todos los hombres encuentran en ella siempre, en todas las ocasiones, un eco fiel de su estado sicológico.

Cuando lloro y la miro, siento que sus ojos lloran conmigo.

Cuando soy feliz y la veo, su sonrisa rima con mi alegría.

Y por contraste y compensación, cuando lloro su sonrisa me consuela y alegra mis lágrimas; cuando río, sus lágrimas temperan y moderan lo excesivo de mi goce.

¡Qué divino espejo de la risa y el llanto!

¡Qué divina norma del gozo y del dolor!

¡Qué suprema síntesis del alma humana!

¡Qué elemental y maternal maestra de pedagogía
para los hijos que lloran y para los hijos que ríen!.

 

Para que pueda rimar
con tu nombre, Macarena,
tengo una palabra: «pena»
amarga como la mar,
y tengo el dulce cantar
de un arcángel: «gratia plena»,
para que pueda rimar
con tu nombre, Macarena…
La pena con tu dolor,
que eres Madre Dolorosa;
y la gracia, por ser rosa
del amor.
Y uniendo gracia con pena
va el broche de tu sonrisa…
Ya está la rima precisa
de tu nombre, Macarena.

 

Viernes de procesiones del silencio y tradiciones que unen pueblos, Viernes Santo y Día de la Tierra. La Dolorosa que llora por Jesús bajado de la Cruz sin vida o … por la Madre Tierra que se va muriendo poquito a poco todos los días que no son el día de la Tierra.

Peregrina.

abril 22nd 2011 Joyas de todos los días

Líneas invisibles de una larga caligrafia: elefante

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Estas líneas estaban reservadas para un elefante en particular -ya platicaré de él en otro espacio. Curiosamente, cuando estoy casi al final de la lectura de un libro de José Saramago se me atraviesa en el camino de las letras la imagen de un paquidermo que me dio un beso con su mirada, una mirada que, sin verme, me ha abrasado el corazón.

Y después de esta imagen de Gregory Colbert que genera tantas sensaciones, vamos a leer el poema «El Elefante» de Javier Mardel. Juzguen lectores y, si tienen a bien, díganme si también sintieron la mirada que pide piedad, libertad, justicia, respeto, unidad . . .

El elefante escucha la mañana.
Con ociosa atención levanta un poco
las orejas rugosas y nervudas.
Los ojos sosegados inspeccionan
una forma cambiante y luminosa
en el agua narcótica de un charco.
La trompa prodigiosa, soberana,
tantea con desánimo la tierra
como si remarcara en ella el signo
de una esperanza presa en el pasado.
Las poderosas patas, como troncos
hinchados en su veta más profunda,
coleccionan distancias imposibles
fundidas a su propia sombra inmóvil.

El elefante escucha. Torpemente,
deletrea un rumor tan bullicioso
como el desordenado vocerío
de la selva grabada en su recuerdo.
Pero las cosas que oye no provienen
de la selva. El murmullo de las hojas,
el rugido del tigre, el palmoteo
del arroyo en la margen, siempre suenan
diferente en el aire de la selva.
Aquí el sonido oscila y se repite.
Aquí no hay ruidos nuevos. La mañana
que escucha el elefante es la mañana
de ayer, y la de ayer, la que escuchó
días atrás. Los pasos de la gente,
el bostezo acerado de los autos,
la risa de los niños en la acera,
son parte de la serie cotidiana
que escucha cada día, siempre igual
y nunca más extraña o menos obvia.

El elefante escucha la mañana.
Escucha y nota cómo se confunden
sus propios soliloquios guturales
en la somnífera frecuencia diurna.
Mira el cambiante rostro, la espejada
cara del charco… Piensa en su nombre,
un nombre que para él es sólo otra
partícula sonora incomprensible.
Piensa en los hombres, que presumen
nombrar cuanto han nombrando ya los dioses.
Piensa en los dioses, viejos y callados,
soportando quizás en un tobillo
un grillete más rígido y pesado
y un candado más duro que los suyos.
Los supone impotentes, fatigados,
confinados acaso en un rincón
a la orilla del mundo, consumiéndose
turbiamente a lo largo de mil siglos
bajo el peso brutal de la memoria.

El elefante escucha el mediodía.
Tardo y absorto, advierte los latidos
de un corazón que casi ya no es suyo.
Sacude con modorra las orejas
de una bestia que ya no es él. Cansado,
balancea una trompa y una testa
ajenas a algo incierto que se llama
“elefante”. La burda miscelánea
de voces gravitando a la redonda
ahora es un pacífico rumor,
un pautado susurro que adormece
diez millones de años alojados
en las seis toneladas de su peso.
Lado a lado, leyendo con la frente
las líneas invisibles de una larga
caligrafía, mueve la cabeza,
como un doliente péndulo que mide
la vacuidad de un tiempo que no pasa,
como una gran tristeza hipnotizada
en las heces de un sueño involuntario:
la humedad inherente del follaje,
la tersura del lodo, la segunda
cabeza decisiva de Ganesha,
el sagrado baniano de raíces
aéreas, el instante eternizado
de las aguas que fueron el Karanga…

El elefante sueña, y en el sueño
una vaga silueta se desplaza
tras la densa espesura de los mitos.
Reconoce las formas, la cadencia
en el paso confiado y sigiloso.
Ve la agrietada piel de las rodillas
y la curva incompleta del marfil.
Penetrando en el sueño y la maleza,
sigue al gradual fantasma, el simulacro
que a la luz de la tarde merodea
en su selva intangible y misteriosa.
No sabe el elefante que ese vasto
espectro, ese ilusorio paquidermo
husmeando en su fantástico trenzado
de frondas y caudales, es él mismo.
No sabe el elefante que al que mira
es a él buscando el vértice del tiempo,
el borde de la arena, la manera
de despertar del sueño en que discurre.

No sabe que jamás despertará.
No sabe que al caer la noche, el grito
del público arderá sobre las gradas,
que un súbito reclamo a la opresión
del látigo le hará estallar en furia,
que el rostro horrorizado de los hombres
va a convertirlo en monstruo, que el candente
acero clavará seis, siete veces,
su píldora fatal en sus entrañas.
No sabe que la carpa temblará
sobre la voz de innumerables voces
y que la pista quedará cubierta
con su sangre. No sabe que un cadáver
mayúsculo y deforme se hundirá
lenta y sumisamente en el silencio.

No sabe el elefante que esa noche
soñará para siempre con la selva.

Javier Mardel

Los animales no existen para vivir bajo el yugo de los hombres, sino para manifestar la belleza de la libertad con la magnificencia de su presencia entre nosotros y declarar así la alegría y el esplendor de la Energía Creativa en la que todo es desde siempre.

Sigo en el viaje,
Peregrina.

Una canción de libertad

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Hoy estaba paseando por El vuelo del onocrótalo, un blog de fotografía. Me salió al encuentro esta maravillosa imagen que me pareció perfecta en todos sentidos. La belleza que encierra en la sombra de la abejita sobre la flor, la luz que atraviesa los pétalos y muestra la delicada textura casi transparente de la corola, los tonos del paisaje que entorna el fondo, en fin. El dedo del fotógrafo fue tan rápido como su ojo que siguió el instinto del corazón observador. Primero un fragmento de «El Profeta» y un poco más abajo el deleite de la fotografía.

Un ermitaño, que visitaba la ciudad anualmente, se adelantó y le dijo al Profeta:Háblanos del Placer.


Y él respondió, diciendo:


El placer es una canción de libertad, pero no es libertad.
Es el florecer de vuestros deseos, pero no su fruto.
Es una llamada de la profundidad a la altura pero no es lo profundo ni lo alto.
Es lo enjaulado que toma alas, pero no es el espacio confinado.
¡Ay! en verdad verdadera, el placer es una canción de libertad.
Y yo desearía que la cantarais con plenitud de corazón, pero no que perdierais el corazón en el canto.

Algunos jóvenes entre vosotros buscan el placer como si lo fuese todo y son juzgados por ello y censurados.
Yo no los juzgaría ni censuraría.
Los dejaría buscarlo.
Porque encontrarán el placer pero no lo encontrarán solo; siete son sus hermanas y la peor de ellas es más hermosa que el placer.

¿No habéis oído del hombre que escarbaba la tierra buscando raíces y encontró un tesoro?
Y algunos mayores entre vosotros recuerdan los placeres con arrepentimiento, como faltas cometidas en embriaguez.
Pero el arrepentimiento es el nublarse de la mente y no su castigo.
Deberían ellos recordar los placeres con gratitud, como lo harían de la cosecha de un verano.
Sin embargo, si los conforta el arrepentirse, dejad que se arrepientan.
Y algunos hay, entre vosotros, que no son ni jóvenes para buscar, ni viejos para recordar.
Y, en su miedo a buscar y recordar, huyen de todos los placeres para no olvidar el espíritu u ofenderlo.

Pero esa renuncia misma es su placer.
Y, así, ellos también encuentran un tesoro, escarbando con manos temblorosas para buscar raíces.
Pero, decidme, ¿quién es el que puede ofender al espíritu?
¿Ofende el ruiseñor la quietud de la noche o la luciérnaga ofende a las estrellas?
Y ¿molestan al viento vuestro fuego o vuestro humo?
¿Creéis que es el espíritu un estanque quieto que podéis enturbiar con un bastón?

A menudo, al negaros placer, no hacéis otra cosa que guardar el deseo en los recesos de vuestro ser.
¿Quién no sabe que lo que parece omitido, aguarda el mañana?
Aun vuestro cuerpo sabe de su herencia y su justa necesidad y no será engañado.
Y vuestro cuerpo es el arpa de vuestra alma.
Y sois vosotros los que podéis sacar de él dulce música o confusos sonidos.
Y ahora vosotros preguntáis en vuestro corazón: » ¿Cómo distinguiremos lo que es bueno de lo que no es bueno en el placer?»

Id a vuestros campos y a vuestros jardines y aprenderéis que el placer de la abeja es reunir miel de las flores.
Pero es también el placer de la flor el ceder su miel a la abeja.
Porque, parada abeja, una flor es fuente de vida.
Y, para la flor, una abeja es un mensajero de amor, y para ambos, abejas y flor, el dar y el recibir placer son una necesidad y un éxtasis.

Pueblo de Orfalese, sed en vuestros placeres como las abejas y las flores.

Primavera es el nombre de la imagen de J.M. López. La perfecta para ilustrar este fragmento de «El profeta» del poeta árabe Ŷibrān Jalīl Ŷibrān ibn Mijā’īl ibn Sa’d.

Estoy indecisa… ¿la abeja o la flor? Con cuál me identifico más … …
Peregrina.

Misterioso libro del silencio nocturno

1 Comentario »

Un poema crepuscular que invita a la reflexión, mientras la imaginación vuela más allá de las ventanas abiertas a estos atardeceres cálidos y rosados de abril.

TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno.

Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.

Enrique González Martínez

Homenajeando la belleza de la primavera, mientras me toque vivir la primavera.
Peregrina.

El sonido de la fantasía

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La fantasía tiene colores, olores, texturas, sonidos tan variados que difícilmente se pueden describir.

Es especial y tornasolada cada vez que acaricia mi imaginación. Cambia vertiginosamente de mente a mente; se desenvuelve con astucia y aparece de manera sorpresiva ante los ojos de quien no la espera o se desplaza en la silueta de los pensamientos de quien la esté buscando…

Le voy a poner voz y música a las fantasías que en algún momento surgieron de otras mentes, para que toquen y se expandan en oídos nuevos. Que esos sonidos hagan renacer la creatividad, para que nunca desaparezca. . .

Tratando de fluir con la Primavera,
Peregrina.

abril 4th 2011 Joyas de todos los días