A un par de noches de mi cumpleaños…

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¡Me regalé un poste!

Hace 5 años me obsequié una pierna enyesada. Anoche fue un poste. Curiosa casualidad.

Ayer amanecí sintiendo que la vida me pesaba, era como si todos y cada uno de los 16,423 días que he estado presente en este planeta se me hubieran subido a la espalda. No es que me quite el sueño aumentar el número de mi edad, al contrario, me gusta la forma en la que he ido evolucionando; sin embargo, hay momentos como ayer en los que los pequeños detalles pasan de banales a trascendentales y me enredo con ellos de forma realmente irracional.   Me reconozco inmediatamente y sin embargo me permito seguir en esa línea. Absurdo.

El caso es que, estando en esa actitud, me suceden cosas poco deseables y mientras más profunda es la insipidez que le encuentro a la vida en esos momentos y más importancia le doy a esas trivialidades, la capacidad de concentración se va perdiendo. A tal grado que atraigo los accidentes.

Lo absurdo y abstracto toma forma y se convierte hecho.   Un segundo bastó para que estampara la camioneta contra un poste de concreto que fue absolutamente ignorado por mi mente: simplemente no lo vi cuando entré al cajón de estacionamiento y mucho menos al tratar de salir de él.

Me regalé un poste

Dejé de estar en el momento presente pero el maravilloso estallido, un tronido seco y grave seguido inmediatamente por una lluvia de cristales en apresurada caída sobre el pavimento… (me encantó ese segundo, realmente lo gocé). Fue tan rápido, tan intenso que volví a caer sobre el presente y tome consciencia de todo lo que había vivido, lo que sucedió y el por qué sucedió. Lo banal volvió a serlo y lo trascendental retomó su lugar.

Llamar al ajustador, aceptar la responsabilidad de mi impericia y seguir con cada una de las consecuencias que ésta me ha traído.

Ahora suspiro. Estoy en el proceso de perdonarme… me cuesta eh, que me cuesta.
Peregrina.

 

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