¡México! Estoy hecha de ti

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Me encanta el olor de la tortilla recién hecha, ponerle sal y enrollarla en un taquito.  Qué delilcia poder saborear el agua de horchata, el arroz con leche o los chongos zamoranos. Me gozo al paladear los colores que encierran los sabores mezclados de unos chiles en nogada y un tequila con sal y limón.

Y decir con un dulce tono de voz
¡Viva México!  ¡Viva México!  ¡Viva México!

Haber nacido en esta tierra para sentir la bendición de despertar cuando el aroma del café recién molido con un toque de canela y piloncillo, acaricia los muros de la casa.  Recocijo que me da los buenos días cuando abro los ojos frente al color de la flor de cempasúchil. Color de sol que ilumina una mañana sombría de noviembre, de esas cuando el calor del verano le abre el paso al fresco otoño y, entonces, con tanto orgullo, cubro mis hombros con la seda de un rebozo de Santa María mientras me adorno con la filigrana de plata.  Qué dicha poder saborear la noche con sabor a chocolate espumoso, sentir como el humeante calor acaricia el espíritu mientras los ojos contemplan las estrellas que iluminan los cielos mexicanos.

Orgullosa cantar y bailar al ritmo de
¡Viva México!  ¡Viva México!  ¡Viva México!

Cielos estrellados que iluminan la soledad del frío desierto sonorense, o enamoran a los grillos, mientras sus cantos arrullan a quienes se mecen en hamacas colgadas en habitaciones yucatecas, redondas palapas de palma chit que mantienen las ventanas abiertas de par en par para dejar entrar apenas un hilo de viento.

Sentir el cabello alborotado mientras  mi cabeza da vueltas por el vértigo que me causa contemplar el vacío que se abre, antes de que la mirada se detenga en el ímpetu con que corre el agua que atraviesa el Cañón del Sumidero.

Fundirme en el silencio que llama a la oración cuando los pies no quieren pisar más y las alas del espíritu se abren para unirse al vuelo de las mariposas monarca que emperifollan los troncos de los pinos de Acámbaro, el mismo silencio que hace que los latidos del corazón aumenten cuando los ojos no pueden ver más allá de lo que las manos palpan en el interior de una gruta húmeda con olor a profundidad, ese silencio que invade la pupila, embelesada por la magia de una veladora, en la noche de muertos.

Cerrar los ojos y hacer una oración
¡Viva México!  ¡Viva México!  ¡Viva México!

Recordar el delicado color de la sombra de la luna sobre el agua del lago de Tequesquitengo, salpicada por sus rayos como si fueran confeti que se alegra al llegar a mi Tierra.  Alimentarme con las carcajadas arrancadas por las luces que disparan colores relucientes y sorprenderme cuando apagan el brillo de las estrellas, pintando de alegría el cielo ¡me arrancan suspiros emocionados!

Y tengo metida en mi, una tarde soleada de primavera.  Me veo paseando por el jardín de mi natal Coyoacán, siento el empedrado bajo mis pies que con paso alegre se dirigen al kiosko y la evocación me hace poder atrapar, una vez más, las gotas de la fuente que alegra con su voz la sombra de la Parroquia. Colores y gente que va y viene en un movimiento desorganizado, sin saber quién pasa al lado.  La prisa de la vida que se detiene en un lengüetazo y saboreo la dulce acidez de un helado de limón.

 

¡Viva México!   ¡Viva México!   ¡Viva México!

Lo cantan mis venas cada vez que la sangre me pinta el cuerpo con su esencia
¡Viva México!   ¡Viva México!   ¡Viva México!

Lo grita mi espíritu cada vez que escucho su música
¡Viva México!   ¡Viva México!   ¡Viva México!

Lo lloran mis ojos cuando las noticias tristes me hieren el alma

 

¡Viva México!   ¡Viva México!   ¡Viva México!

México vive, porque somos muchos los que queremos festejarlo con el espíritu alegre y la frente en alto, con dignidad y vanagloria de ser mexicanos.

¡México Lindo!   ¡México Querido!   ¡VIVE!

Peregrina.

septiembre 15th 2010 Joyas de todos los días

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