Miradas que pierden el brillo

Add comments

Ser maestra es una profesión muy hermosa, cada día que vivo cerca de los niños es un regalo de eternidad, una oportunidad de aprender, reaprender y desaprender.

Sin embargo, también tiene sus lados tristes, porque me enfrento directamente a la naturaleza humana en su forma más pura y genuina. Esa naturaleza que no siempre es tan ingenua, que no siempre es tan dulce, que no siempre es tan luminosa ni cándida.

Veo a tantos personajes de la vida cotidiana, adultos frustrados, malvados, conflictivos, desangelados, grises o ¡negros! y, al estar estar cerca de niños que tienen una infancia con carencias afectivas y excesos permitidos por la opulencia en la que viven sus familias por el placer de demostrar el poder que se han ganado en la sociedad, es fácil comparar, predecir, imaginar… y da miedo enfrentar la realidad que se manifiesta en los encabezados de los diarios de cada pueblo, pequeño o grande que sea.

¿Qué infancia habrá tenido una mujer del tipo «La chica del dragón tatuado»?

Cuando las actidudes de una criatura van de la luz a las tinieblas y me toca estar en medio de sus infiernos, lo único que me nace es abrazarla fuertemente y pedir sabiduría para manejar el momento.

Breves espacios en los que una maestra nada contra corriente y lo ganado se pierde en cuanto la personita entra al auto y un iPad le espera ante la innanimada madre que atiende el celular…

Pero son muchos más los ojitos que brillan con luz verdadera.   Afrotunadamente, todavía…

Peregrina.

marzo 6th 2013 Joyas de todos los días

Comments are closed.