¿Alguna vez has pensado en identificar las religiones por su olor?

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Monsieur IbrahimEscucha, huele. Con los ojos cubiertos por una venda, el muchacho percibe el olor a incienso en medio del silencio profundo que se intensifica al escuchar algún eco; su mirada se ilumina con la media luz que llega desde las ventanas del templo ortodoxo. En la segunda experiencia, sus ojos vuelven a dejar abierta la percepción absoluta al olfato y al oído, esta vez el olor de las velas despierta su sensibilidad y descubre que se encuentra en un templo católico, una tenue luz atraviesa el humo, matizándolo con los colores que atrapa en los vitrales por los que entra. En su tercera y última experiencia, antes de entrar el niño identifica el olor de gente. Huele a pies y sus manos bajan la venda para poder entender en dónde está. El anciano que lo guía lo confronta: «¿Acaso crees que eres mejor que los demas? Tus pies también huelen» El poder olerse y oler, tener la capacidad de sentirse y sentir la esencia de los demás reconforta al ser que ama sinceramente y acepta la naturaleza de las cosas sin etiquetarlas ni estigmatizarlas.

Monsieur Ibrahim abre ante los ojos de Momo una ventana a la simplicidad de la vida. Le enseña a bailar en el silencio de la meditación derviche, callar sus pensamientos para dejar que su corazón se libere y salga de la jaula que lo aprisiona, le permite bailar para que su corazón cante y se eleve a los cielos.

Momo descubre el valor de una sonrisa, con la que puede conseguir cualquier cosa, empezando por su propia felicidad, ¡es sonreír lo que da la felicidad!

Una película de Francoise Dupeyron basada en la novela “Monsieur Ibrahim et les fleurs du Coran” escrita por Eric Emmanuel Schmitt en la que Omar Sharif comparte magistralmente los diálogos con Pierre Boulanger.

Una joya que hace cantar los corazones.
Danzando en círculos infinitos,
Floria.

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