Somos energía. Todos, hombres y mujeres por igual. Sin embargo, cuando las mujeres nos reunimos en un círculo para compartir experiencias, deseos, debilidades y logros, se crea una energía revitalizante que permanece en los corazones de cada una de las que participan en ese encuentro. Cuando una reunión así está reforzada por la danza, la compenetración es aún mayor. El fluir de esa energía a través de los movimientos crea una concentración personal que se manifiesta en el conjunto del grupo. Hay ocasiones en que los encuentros son armonizados por una meditación acompañada de esencias preparadas con flores, hierbas, aceites y cristales de cuarzo especialmente pensada para abrirnos al poder de la imaginación e intuición, así como ayudar a tener acceso a emociones que fortalezcan la comprensión de uno mismo.
Por alguna razón, anoche la meditación estuvo rociada de luz azul. Una luz que salía de cada una de las gotitas del perfume que colocamos el interior de nuestras muñecas y se intensificó mientras frotamos nuestras manos para expandir la fragancia y convertirla en parte de nuestra aura. Una meditación dedicada a la aceptación. La aceptación de nuestra verdadera esencia para abrir las consciencias y tomar decisiones.
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Gotitas azules…
Peregrina.