En la ciudad de Padova, al norte de Italia existe una pequeña capilla, en la que se resguarda la obra maestra de la pintura del «Trecento Italiano». La obra que ahí se expone está considerada como el ciclo más completo de afrescos realizados por el maestro toscano Giotto. La luz, el color, la poesía, la íntima emoción presente en su obra se transmite a quien la contempla.
El hombre y Dios. El sentido de la naturaleza y de la historia, el sentido de la humanidad y de fe se mezclan para narrar de manera única e irrepetible la historia de la Virgen y Cristo.
Los afrescos de la capilla fueron terminados por Giotto al inicio del 1306. El ciclo pictórico de la Capilla se desarrolla en tres temas principales: episodios de la vida de Joaquín y Ana, episodios de la vida de María y episodios de la vida y muerte de Jesús. Bajo los afrescos, una serie de recuadros ilustran alegorías de los vicios y las virtudes.
Una joya medieval para contemplar, entre leyendas de pastores del siglo XIV, cuando el Maestro Cimabue descubrió al joven Giotto diseñando con un pedazo de carbón las imágenes de sus ovejas en las piedras del campo mientras las pastoreaba. Desde entonces lo llevó a su taller como aprendiz y ayudante. El aprendiz que en una ocasión dibujó una mosca sobre la nariz de un personaje pintado por Cimabue quien, ante la perfección de la mosca, intentaba espantarla con movimientos de la mano.
Leyendas que sobreviven de boca en boca desde el medievo,
Peregrina.