El bronce inmóvil acompañaba la danza del viento.
>Mientras el espíritu de Leonora Carrington se paseaba entre sus máscaras y mágicos embrujos celtas. . .
. . . los velos acariciaron su sombra.
Me gusta este cuento de Ŷibrān Jalīl Ŷibrān ibn Mijā’īl ibn Sa’d para acompañarlas.
Había una vez una bailarina que con sus músicos había arribado a la corte del príncipe de Birkaska. Admitida en la corte, bailó ante el príncipe al son del laúd y la flauta y la cítara.
Bailó la danza de las llamas, y la danza de las espadas y las lanzas; bailó la danza de las estrellas y la danza del espacio. Y, por último, la danza de las flores al viento.
Luego se detuvo ante el trono del príncipe y dobló su cuerpo ante él. Y el príncipe le solicitó que se acercara, y dijo:
Hermosa mujer, hija de la gracia y del encanto, ¿desde cuándo existe tu arte? ¿Y cómo es que dominas todos los elementos con tus ritmos y canciones?
Y la bailarina, inclinándose nuevamente ante el príncipe, dijo:
Poderosa y agraciada Majestad, desconozco la respuesta a tus preguntas. Sólo esto sé:
el alma del filósofo habita en su cabeza;
el alma del poeta en su corazón; mas,
el alma de la bailarina late en todo su cuerpo.
Crear, recrear, arte en movimiento constante, imaginación que ilumina los espacios más escondidos del espíritu y explota en gritos de expresiva libertad.
Peregrina.