Raro encanto de la vida.
Atraviesa el cuerpo y me da la sensación,
sólo por ese instante,
de que me he vuelto transparente a su paso,
me discierne de arriba abajo.
Todo de un golpe y por un instante.
Después,
el ácido que es la comparsa alegre,
el ácido que celebra el momento que le sigue al ímpetu,
como la apoteosis que concluye… esa sí,
despacito, para que se quede en los labios,
para que desaparezca mientras la lengua la saborea sin prisas,
para que el cuerpo sienta el calor que lo envuelve desde dentro
y los ojos sientan la chispa que de ellos sale,
para que la garganta se aclare y el deseo se exalte
mientras que, una vez más,
el líquido dorado nuevamente llena el cristal delgado, pequeño…
una dosis a la vez,
de un golpe,
para que todo suceda sólo por un instante.
Tomar tequila es un raro encanto que debe ser saboreado así, de golpe, todo a la vez. El tequila no se saborea de a poquitos como los licores, el tequila no se arrulla en la mano mientras gira tocando el cristal de la copa con el coñac ni se pierde entre la transparencia helada que lo diluye como el whisky en las rocas. No. Para mí, el tequila se deja sentir todo de golpe y el sabor de la tierra que lo cultivó, el calor del sol que lo cubrió, las maderas que lo añejaron, pasa desde la lengua hasta las entrañas, dejando en el cuerpo el azul fulminante del agave que lo produce.
Agave significa noble, admirable y sí… así es el tequila: una bebida que a pesar de su alto contenido alcohólico y la fuerza de su sabor, es noble y admirable. Dos, tres… cuatro… cinco, sí, hasta cinco y mis sentidos permanecen en su lugar. Seis para empezar a volar… siete… ocho y respirar comienza a ser una acción consciente en el inconsciente de la nubosidad que me vuele por dentro. Pueden existir tequilas en todo el mundo pero, así como no todos los vinos blancos y espumosos son champagne, no todos los tequilas son 100% de Agave Azul. Como sucede con el refinado champagne, el tequila también es de origen controlado y únicamente los que son producidos bajo estricto control de calidad en el lugar de origen pueden llevar este nombre.
Ver las colinas azules del bajío mexicano es una poesía para los ojos. El tono azul verdoso con el que se extiende el agave azul, anuncia la nobleza del líquido que se extrae de su interior a lo largo de un proceso que dura 8 años más o menos desde que se siembra hasta que llega la hora de la jima que consiste en separar de la piña (que está bajo la tierra) las pencas de agave cuando esta ha alcanzado su adecuado desarrollo. Las piñas entran a los molinos para la extracción y separación de la fibra, después llega el momento de la hidrolisis, en el quela insulina se convierte en fructosa por medio de procedimientos térmicos, un proceso químico del que depende el perfil del líquido final.
A partir de los azúcares extraídos del agave, (sólo los azúcares del agave, sin ningún otro agregado da el Tequila 100% agave DOC) los jugos son enviados a unas tinas de fermentación y adición de levaduras para obtener el mosto que se transforma en alcohol etílico y bióxido de carbono, proceso en el que el tequila adquiere sus características sensoriales finales, que varían de acuerdo a la temperatura, el PH y la contaminación por organismos que le hagan competencia a las levaduras.
Y el mosto se depura mediante la destilación en los alambiques en dos tiempos para obtener el líquido de alto contenido alcohólico, para ser filtrado y envasado con etiquetas que denominen su calidad: Tequila Blanco ajustado para uso comercial con agua. Tequila Joven o Tequila Oro, la combinación del Blanco con el Reposado. O bien, mandarlo a maduración en barricas de roble o encino por lo menos durante dos meses para obtener el Tequila Reposado, o darle más tiempo para obtener el Tequila Añejo o el Tequila Extra Añejo.
Un caballito… un limón partido en cuartos… una pizca de sal sobre el borde exterior del dédo índice de la mano que toma el caballito (la copita de vidrio característica para tomar el tequila) y … todo de un jalón… fuerte, desgarrador… mágico…
Azul, por un instante,
sólo por un instante…
azul dorada, añeja y reposada
para ser saboreada de golpe y permanecer por siempre,
Tita.