Love Actually

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Hace una semana estuve rondando por aeropuertos, con el tiempo suficiente para observar desde mi soledad a la gente que me rodeaba. Gente que se despedía, gente que se reencontraba, gente que iba con prisa sin mirar lo que sucedía entorno, gente que caminaba despacio arrastrando la vida, representada en la valija que le seguía los pasos.  Observar, estar en medio del tumulto sin pertenecer a él. Cuántas historias se pueden encontrar en cada una de las personas que comparten el momento, cuántas soledades, cuantas añoranzas, cuanta ansiedad por el reencuentro que se aproxima, quien tenga anhelos cautivos esperando el momento de darles libertad; quien esté en el proceso de replegarlos hasta la próxima vez que un vuelo permita que se cumplan.

Si se pudiera escribir lo que se lee en los ojos de cada una de las personas que sentadas echan la mirada a través de los cristales que, como grandes escaparates, muestran los aviones que cambiarán de lugar el cuerpo transportando todos los pensamientos, sentimientos, deseos, anhelos o miedos.

De regreso a casa volví a ver “Love Actually”. Ya desde la primera vez que la ví me gusto tanto esa primera escena en la que se abre la sala de llegadas del aeropuerto y la manera en la que a lo largo de su trama me fue encantando mientras me recreaba en la realidad de cada una de las historias de los personajes; el drama interno de cada uno entrelazándose a lo largo de la película sin que ellos mismos los sepan. La forma en la que la música envuelve los momentos de sus vidas y se cruzan tocando notas que componen la sinfonía armonizadora del deseo de encontrar el amor.Todos van en busca del amor. Lo más hermoso de la película es precisamente la cadena de finales felices que regala, cada uno de los desenlaces que manifiestan lo que canta la canción original del tema de la película, el amor está por todas partes.

El amor nos guía y fortalece, aunque no queramos darnos cuenta, aunque parezca que no tiene sentido la vida, el amor es el que nos impulsa y nos invita a buscar, a intentar una y otra vez sin darnos por vencidos.

Buscar un abrazo, anhelar el calor del ser amado y tocarlo con la mirada antes de que los cuerpos puedan juntarse. Esa mirada que se encuentra apenas se atraviesa la puerta de llegada, sentir el palpitar del corazón que quiere salirse para encontrar su par, alargar el movimiento mientras los pasos se van apresurando en busca de los brazos que rodearán la espalda y, finalmente, sentir como la cabeza se hunde en el pecho para tocar el corazón de quien recibe.

¡Ay las salas de los aeropuertos! ¡Cuántas historias nos pueden contar!

En un abrazo de corazón,
Peregrina.

Dale pausa al iPod que está en la columna derecha para que puedas apreciar mejor el video.

Visita este link para ver los abrazos a los que me refiero Lo hubiera puesto pero …

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