Desde hace ya varios años, he aceptado y bendecido mi imperfección, al grado de amarla y tenerla como punto de referencia para cada una de las cosas que realizo.
Amo y acepto mi imperfección porque todo es perfectible, y en la búsqueda de la perfección, siempre se puede ¡y se tiene! que puntar a llegar más lejos, a hacer mejor las cosas, a dar más de uno mismo!
La perfecta imperfección, así la llamo y me encanta hacerlo.
En esa búsqueda me encuentro y es por eso que el significado de una palabra que acepto como adjetivo que me califica en muchos aspectos, me ha tomado muchos momentos de reflexión.
Soberbia. Fascinante como un cascabel que suena perdido en la mente.
Un sonido que la razón, la lógica, van buscando para entender por qué una palabra sóla puede mover las ideas, recoger los sentimientos, ensanchar los recuerdos para encontrar momentos en los que se haya sembrado algo de su significado. Una palabra sóla cuyo significado puede despertar diferentes sentimientos en cada una de las personas según su percepción.
La palabra viene del latín superbia, valoración de uno mismo por encima de los demás.
Ahora bien, tomando ese punto como partida, la soberbia puede ser el empuje que las personas de éxito tienen como primer escalón: la seguridad de que lo que hacen es lo mejor. La seguridad de que saben y pueden hacer lo que saben, simplemente hacen según su sentir, y ¡actúan!
Hay muchas connotaciones. Decir no ante una idea que simplemente no se acepta por convicción pudiera ser tomado como un acto de soberbia. Dar ideas que vayan contra los puntos de vista de quienes están haciendo algo que pudiera no resultar tan conveniente desde un punto de vista global y externo, pudiera ser tomado como un acto de soberbia. El punto es que, según la percepción de quien escribe y después de haber reflexionado mucho …
Llegué a la conclusión de que, la soberbia es más que simple pretensión de superiodad. La soberbia es una necesaria reivindicación de sí mismo y de saberse capaz, de saberse bueno, de ser consciente de la distancia entre uno y los demás, distancia atrás y adelante. Entonces, según eso la soberbia es para mí como el jengibre: le da sabor a la personalidad, ¡pero cuidado que no se vaya la mano!
En la búsqueda de la ecuanimidad y el equilibrio, y sirviéndome de la soberbia que me caracteriza, considero que sí, soy soberbia.
Sí, soy soberbia, porque sé decir que no cuando no deseo hacer algo que no me convence, porque hablo y doy las opiniones que me nacen sin avergonzarme de lo que los demás pudieran pernsar o dejar de pensar, confronto a quienes no comparten mi punto de vista y no me guardo las cosas para después. Pues sí, lo acepto y me siento complacida.
Lamento si en algún momento alguien hubiera podido sentirse ofendido por esta forma de ser mía. Estoy conscinete y de corazón delcaro que nunca lo hago para menospreciar a quien me confronta, sino con el afán de aportar y alcanzar resultados positivos para el grupo en el que me encuentre.
Aunque suene contradictorio, también tengo una parte de humildad que me hace recapacitar y escuchar y en muchas ocasiones, hacer según lo que sugieren otros… claro, siempre y cuando no vaya en contra de mis más profundas convicciones.
Consciente de tener una parte de malicia que me lleva a escribir sobre mi soberbia ensalzándola y reivindicándola como valor y no como pecado capital,
Peregrina