¡Hay tantas joyas en el mundo! Me he visto en la dificultad de decidir qué poner hoy que la Ventana Azul cumple un año.Entre el ir y venir de ideas, como ha pasado con cada uno de los textos que he publicado, la entrada se fue anunciando poco a poco.
Hace unos días escuché una frase que me hizo reflexionar “En esta vida, la única responsabilidad que tenemos es la de mantenernos vivos”. Ciertamente, no se refiere a mantenerse respirando y correr de un lado a otro en el vertiginoso ir y venir de nuestros días.Mantenerse vivo es más que despertar en las mañanas y acostarse por las noches. Es darse cuenta de cómo es esa mañana, de los sentimientos que llenan nuestro ser al primer respiro consciente, al tono de la luz del primer rayo que perciben nuestros ojos.
Durante este primer año de vida, Joyas de la Ventana Azul ha sido un espacio en el que he podido desplegar precisamente ese amor que tengo por la vida, he tenido la dicha de compartir lo que me hace estar viva. Siempre hay un punto durante el día en el que algún rayo especial se cuela y me jala una sonrisa desde el corazón.
Un fragmento de esa frase me llevó a otra que leí en algún momento de mi vida: “Las personas enamoradas de Dios no envejecen nunca”. Y siguiendo precisamente el sentido profundo de sus palabras, sin lugar a dudas, Michelangelo Buonarroti supo mantenerse vivo todos los días, a pesar de los momentos tormentosos que vivió, plasmó todo ese enamoramiento que tenía por la Vida, la pasión con la que respiraba quedó plasmada en cada una de sus obras que nos gritan “Vive y no envejezcas nunca”.
El rostro más enamorado de Dios: el de María en La Piedad, un rostro que encierra la contemplación de la vida delante de la muerte, el gozo de vivir en gracia ante el dolor que debió sentir al recibir el cuerpo inerte de su hijo.Hoy engalano mi ventana compartiendo imágenes captadas a través de los ojos de Robert Hupkade una de las obras más bellas que un ser humano haya logrado: La Piedad, según palabras del fotógrafo:
«Hay tantas cosas en esta Piedad que aún cuando viviera mil años y escribiera mil libros, no podría expresarlo todo. Diciéndolo de otra manera, hay dentro una cosa divina. ¿Como un jovencito de veinticuatro años de edad hubiera podido crear algo semejante sin una intervención del cielo? No se podía concebir. Es justo aquí una gracia peculiar de Dios. Cierto había que Michelangelo fuese un artista, pero el talento sólo no puede explicar la Piedad. – La contemplación de la obra transforma al observador desde adentro. Un espíritu de oración se acoge en uno, el recogimiento, el Hombre es transmutado. Lo espiritual y artístico no han sido nunca tan perfectamente liados. Están inseparables y el hecho que el uno y el otro hayan llegado al mismo nivel de profundidad y de intensidad, y que esta maestría fuese reunida en un solo hombre, eso es lo que hace a Michelangelo como único. La Santa Virgen es notable, todo el amor que el había por ella se refleja en su cara. Mirándola, podemos hacernos una idea de la persona que era Michelangelo no de lo que era la Virgen misma – como se ve la fe que debía tener el personaje para realizar semejante obra. Ninguna palabra podría contar más que esta cara. De facto, esta inefable expresión no se podría traducir en palabras. Nada podría mejor dar a comprender a Michelangelo. Su dimensión sobrepasa aquí incluso a la Capilla Sixtina. La Capilla muestra el tamaño del artista. La Piedad revela el nivel de su fe en su simplicidad. Hay algo de santo en esta estatua… Es un rayo de sol caído del cielo, que nos da una prueba de la belleza que nos espera allá arriba».
Finalmente, les dejo el link de un video de Youtube en donde el propio Roberto Hupka cuenta su experiencia al estar sólo frente a la obra del Maestro Michelangelo Buonarroti. Clic aquí para ver el video
Gracias por el azul,
Peregrina.
Robert Hupka